lunes, 28 de enero de 2013

Día (y noche) de esperas, porteos y barro


BIO Hespérides, Isla Livingston, Antártida. 28 de Enero de 2013

Ayer fue un día muy largo para los habitantes del Campamento Byers, y los compañeros chilenos que nos acompañaban en la península. Se esperaba que el buque Hespérides nos recogiera, junto con todo el material científico y técnico de ambos campamentos al mediodía; pero como también estaba previsto el tiempo era demencial. Empezó a soplar un viento fuerte de madrugada, luego acompañado de nua fuerte ventisca que duró hasta bien avanzada la mañana. Luego ya solo soplaba el viento... pero con rachas de hasta 60 nudos (¡más de 30 m/s!) y una media de 40-50 nudos. En estas condiciones, llegada la hora del embarco el buque no podía ni fondear frente a la costa, y se dedicó a "hacer hipódromo" (dar vueltas en el mar capeando el viento) frente a Byers. Así que pasamos la mañana y la media tarde recogiendo tímidamente, puesto que aún podríamos tener que permanecer en el campamento una noche más. Por ejemplo, se decidió no guardar las tiendas de campaña en las que dormimos, hasta el último momento. Pero era tan malo el temporal, que el varillaje que conforma la estructura se rompió en algunas de ellas, obligándonos a un rápido y precipitado repliegue de las mismas. Pendientes de la radio, escuchábamos como hora tras hora el embarco se posponía, temiéndonos que ese día fuera imposible. 

El campamento amaneció así: nevado y con fuertes vientos que hasta desengancharon la bandera.

Las tiendas donde dormimos se convulsionaban ya durante la noche, pero la fuerza del viento durante el día llego a romper las varillas de algunas de ellas.

No solo el viento obstaculizaba el cierre del campamento, sino también moderadas precipitaciones en forma de nieve y agua, en sus distintas variedades cayeron a lo largo de todo el día. Estar fuera traía consigo una ducha completa de agua fría, administrada de frente y con violencia, gracias a los vientos. Y el agua hizo que todo se llenase de barro, que acabo cubriendo el material, nuestros abrigos y guantes... cubriéndolo todo. Pero haciendo acopio de fuerzas e inmunidad a los elementos, nos ponemos en marcha. La previsión de que a lo largo del día el tiempo iba a mejorar era también acertada, y en un momento determinado, el comandante del Hespérides nos comunica que a primera hora de la noche va a intentarse y que en breve una Zodiac llegaría a playa. Así que aprovechamos la hora que queda para que comience "la fiesta" para cenar un poco de pasta rápidamente para coger fuerzas para las horas que nos esperan de porteos. Luego, chilenos y españoles nos ponemos rápidamente manos a la obra, recogiendo, porteando bidones y cajas a la playa, limpiando como podemos en un maremágnum de bártulos, barro y gente. En estos días ya oscurece y la noche nos pilla de lleno, haciendo que nuestros trayectos por el arroyo Petreles sean difíciles y que en algunos casos vayamos a tientas cegados por el agua en nuestras gafas y la falta de luz. Sólo los frontales dan un poco de luz para no tropezar con las piedras del camino, no meternos hasta la rodilla en el arroyo, o no caernos en la playa entre una masa nauseabunda de algas y heces de elefante marino.

La carga comienza a llegar a la playa, y en una sucesión de barqueos que duran muchas horas va llevándose todo al buque. Los barqueos tienen que interrumpirse varias veces debido a que el viento hace complicado e inseguro el trayecto para las embarcaciones. Por otro lado, cargar el material a la embarcación no es fácil ni agradable. La costa, cubierta de algas putrefactas, guano de elefante marino y barro, es un terreno desagradable y resbaladizo a sortear con las manos llenas de pesados bultos. Y el olor no ayuda. Pero poco a poco van saliendo embarcaciones cargadas de material desde la playa, y ya queda poco para cerrar el campamento.

Cerrar el campamento tampoco es fácil, y muchas cosas quedan hasta el último momento (comunicaciones, generador, limpieza, sellado de los módulos). Todo tiene que quedar limpio y ordenado (independientemente de en qué condiciones climáticas estemos trabajando) para cuando otros vengan tras de nosotros el próximo año. Y es que el este campamento, además de ser nuestra base de operaciones cuando trabajamos en Byers, es un refugio de emergencia. Así que tiene que tener de todo que permita a un reducido número de personas sobrevivir: agua, comida enlatada, sacos de dormir, tiendas de campaña, esterillas, una radio, baterías,... Cuando estamos terminando de cerrar el campamento comienza a amanecer. La claridad trae frío, posiblemente también debido al descenso de actividad tras los porteos más pesados. Así que cansados, sucios, sudando y helados de frío nos enfundamos en el que esperamos sea uno de los últimos telettubies de la temporada (con casi alivio) y con vientos de unos más de 30 nudos, llegamos finalmente al buque a las 5'30h de la madrugada.... Ha sido un día muy muy largo y duro, pero allí ya nos tienen preparados unos camarotes en los que poder quitarnos la apestosa indumentaria, darnos una merecida ducha caliente y disfrutar de un sueño reparador.

Un par de horas después estamos frente a la base Juan Carlos I. No nos hemos enterado del viaje porque después de la ducha hemos dormido como cachorros. En esta base se ha realizado una pequeña visita en la que recoger y dejar personal y material, solo nos queda esperar a que el tiempo sea más clemente de lo que fue ayer y nos permita volar de vuelta a la civilización mañana desde Rey Jorge. Crucemos los (ya entumecidos) dedos.

Uno de los módulos de Juan Carlos I nevado. Al fondo, el Hespérides. 

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