domingo, 29 de enero de 2012

Un domingo al sol.

   No nos lo podemos creer… nos levantamos con un sol espléndido de nuevo y sin nada de viento… esto es algo que debe constar en los anales de la historia de Byers… Así que Miguel Ángel se ha levantado un poco antes que los demás y ha preparado el desayuno, que aprovechando que es domingo y hace bueno, ha sido de lo más variado, empezando por un buen chocolate con picatostes… sin duda una sorpresa para el resto. A media mañana han bajado a playa varios de los integrantes del equipo del Instituto Hidrográfico de la Armada junto con personal del BIO Hespérides para hacer la topografía de la zona de la playa Sur de Byers, y nos han regalado un parche del instituto. La verdad es que estamos encantados con todo el mundo por lo amables que están siendo con nosotros, porque también nos han traído un poco de pan, que ya estaba escaseando en el campamento… Junto a ellos ha desembarcado Dulce que ayer se ofreció a ayudarnos a intentar rescatar los discos duros “ahogados”… aunque no ha habido suerte… de todas formas se los ha subido al barco a ver si allí puede hacer algo con ellos.


   Por lo demás, un día de “sol y moscas” dedicado a preparar los sensores que pondremos mañana en el sitio CALM, y que completa los experimentos que hemos realizados este año y que nos darán una información más detallada de cómo se congela y se descongela el suelo en nuestro sitio de estudio. Hemos aprovechado para sacar una mesa para trabajar un poco al sol, que después de comer ha dejado una temperatura de 24 grados dentro del iglú… algo, como decimos, para los anales de Byers.

Miguel Ángel e Hilo trabajando al sol aprovechando el buen tiempo.

Mañana nos espera otro día de duro trabajo junto al lago Limnopolar, así que nos acostamos pronto… pero no podía acabar el día sin un magnífico atardecer con el mar azul con algunos icebergs, el BIO Hespérides fondeado con todas sus luces de cubierta, y las Friesland bañadas por las últimas luces del día.

sábado, 28 de enero de 2012

El Hespérides viene a visitarnos

   Hoy nos han despertado unos visitantes inesperados. Nada más salir de la tienda divisamos al BIO Hespérides, de la Armada española, fondeado frente a las playas donde se encuentra nuestro campamento. Hilo, que es el jefe del campamento además de nuestro guía, llamó para conocer cuáles eran las intenciones de la embarcación durante este día, y fue como nos enteramos de que el buque había empezado su campaña de cartografía de la costa frente al campamento. Por lo tanto iban a pasar los próximos días recorriendo la zona realizando la batimetría con zodiacs, y con GPS por la playa

 El Hespérides en la costa de la península Byers entre icebergs. Al fondo la isla Decepción.

   Puesto que Hilo debía permanecer en el campamento por si hacía falta algún apoyo desde la playa, nosotros fuimos solos a tomar las medidas periódicas de los MiniCALM y reconocer por nuestra cuenta algunos interesantes rasgos geomorfógicos de las inmediaciones, con el fin de entender mejor la historia geológica de nuestra zona de estudio. En primer lugar fuimos a un campo de círculos de piedra al SSE del Chester Cone, uno de los montes más altos de la península, al este de Limnopolar Lake y en el centro de la península. En esta zona el programa polar brasileño tiene instalado un emplazamiento para la toma de medidas similares a las nuestras.

Círculos de piedra en el interior de la península Byers.

   Una vez que reconocimos bien la zona, y tras tomar algunas muestras geológicas más, decidimos subir al Chester Cone con el fin de tener mejores vistas de nuestra zona de estudio. Tras una ascensión cuidadosa a través de los materiales sueltos en las paredes escarpadas, culminamos la cima. Desde allí, y gracias a la excepcional visibilidad que ha habido este día, pudimos admirar toda la península, así como las islas de Rugged, Snow, Smith y Decepción, además de las montañas Friesland, al este de la isla Livingston. Tomando un pequeño descanso al sol y extasiados con las impresionantes vistas, e intentando retenerlo en nuestras retinas, porque si es por las cámaras de fotos (qué disgusto… en fín, ya poco se puede hacer), nos tomo un tiempo volver a descender por una vía más accesible y segura que divisamos desde la cima.

Miguel Ángel en la cima del Chester Cone. Al fondo Rugged Island y el extremo NW de la península Byers.

   Volvimos a la base atravesando un pequeño cañón que acababa en la costa, y al llegar almorzamos con Hilo. Nada más acabar nuestro almuerzo-merienda, aparecieron dos personas en traje de supervivencia llamando a la puerta del iglú de habitabilidad. Eran dos miembros del Instituto Hidrográfico de la Marina, que estaban reconociendo la zona para preparase para sus trabajos en tierra al día siguiente. Nos invitaron a subir al barco, a lo que Miguel Ángel y Antonio accedieron; mientras Hilo permanecía en el campamento ayudándoles. El comandante del Hespérides, D. Javier Cervera, nos recibió muy cordialmente nada más embarcar y nos amablemente nos invitó a cenar y tomar un té con él y parte de la tripulación. Más tarde él y Dulce, una informática de la UTM destinada en el barco, nos hicieron un extenso recorrido por las instalaciones del buque antes de que volviéramos a desembarcar en la costa, a tiempo para volver a cenar con hilo… Fue una visita de lo más gratificante, con toda la dotación del buque volcada en darnos toda la ayuda posible y en hacernos la vida un poco más cómoda aunque fuese por unas horas antes de volver al campamento.
En fin, un día de lo más interesante y agotador, pero con el buen tiempo en Byers hay que aprovechar como su no hubiera mañana… ¡al menos con tan buen tiempo!

viernes, 27 de enero de 2012

Tomando medidas CALMadamente

   Parece que el tiempo anticiclónico que disfrutamos ayer en la península Byers está alargándose y hoy hemos podido disfrutar de otra jornada con escaso viento y mucho sol. En este caso hemos aprovechado las buenas condiciones climáticas para tomar las 121 medidas del sitio CALM (Circumploar Active Layer Monitoring), una maya de 100 m x100 m, donde en cada nodo tomamos una medida de la profundidad del hielo en ese punto. De esta forma conseguimos saber cómo varía año a año la profundidad de la capa activa del permafrost. Este registro de medidas, aunque no muy complicada, si es un proceso duro y laborioso, y nos toma unas 5-6 horas completar la totalidad de la malla.

Miguel Ángel e Hilo comprobando la profundidad del hielo en el CALM cercano al Limnopolar Lake, en península Byers.

   Una vez acabadas las mediciones, y con el fin de mejorar la monitorización de esta zona de estudio, hemos instalado otro CALM dentro del propio CALM con una mayor densidad de puntos de muestreo, pero de menores dimensiones. En este caso, cada 4 metros en una malla de 20 m x 20 m. Tras clavar las estacas con la ayuda de Hilo y realizar las medidas solo nos quedaba tomar algunas muestras de sedimento de las partes más representativas de la zona, que analizaremos a la vuelta en España.

Toma de muestras del terreno del CALM.

   Cansados de todo el día trabajando en el campo, volvimos al campamento para descansar y procesar los datos tomados. Otro fructífero día de trabajo en el continente blanco. Mañana tenemos planeado explorar las playas del norte de la península con el fin de seguir recogiendo muestras de rocas y sedimentos, suponiendo que el tiempo acompañará, como ha hecho estos últimos días.

jueves, 26 de enero de 2012

Buenos tiempos en Byers

   Nuestro técnico de montaña, Hilo, tras la pequeña alarma médica en la que casi tiene que ser evacuado, se va encontrando mucho mejor. Hoy hemos despertado con un día espléndido en la península Byers, algo nada habitual en este lugar donde impera el viento y las neblinas, y que ayudará a la rehabilitación de Hilo. Por nuestra parte, seguimos con nuestros trabajos, y pasamos la mañana en el CALM cercano al lago Limnopolar. Hoy nos ha tocado medir de nuevo la profundidad de la capa activa en los pequeños sitios mini-CALM que hemos montado este año. También hemos puesto en marcha un pequeño experimento para controlar el movimiento del suelo por gelifluxión en una ladera cercana a la malla CALM: es un experimento de Miguel Ángel y esperamos que de buenos resultados. Lo comprobaremos el año que viene… a ver si es posible.


Experimento control del movimiento del suelo por gelifluxión.

   Después de comprobar que la pequeña pantalla que utilizamos para enfocar la cámara no nos funcionaba (lástima, ya que con la buena visibilidad podría haber quedado perfectamente enfocada), partimos a dar una pequeña vuelta de reconocimiento de la zona suroeste de la península para buscar muestras geológicas interesantes para los experimentos de Antonio. Tras recoger un par de rocas representativas en el camino, llegamos a la playa localizada al sur de Smellie Point. Caminando cerca de las olas y resistiéndonos a tomar un baño en este día tan soleado, fuimos encontrando restos de maderos, botellas, frascos, boyas y otros elementos procedentes de naufragios o quizá de antiguos campamentos. Del mismo modo, esqueletos de pingüinos, elefantes marinos, focas, petreles e incluso grandes huesos de ballena estaban varados en la arena poco afectados por los procesos de descomposición.

Una botella oxidada, parte de los restos que encontramos en la playa.

   Continuamos bordeando la costa hasta alcanzar una inmensa pingüinera de tres niveles, pasando entre elefantes y cuidando molestarles lo menos posible. Recorrimos de punta a punta la caleta repleta de polluelos ya muy crecidos, que alcanzaban a sus adultos en las típicas carreras que suelen hacer para entrenarles y darle la comida al más rápido. Al otro extremo escalamos una pequeña loma para avistar Devils Point, también repleta de elefantes marinos y otra fauna antártica. Tras contemplar las vistas, impresionantes en este día tan nítido, volvimos por la costa al campamento pasando por el sur de Sealers Hill. De camino pudimos contemplar las inmensas formaciones columnares de basalto que se encuentran en esa zona.

Hilo, nuestro guía de montaña, sobre un saliente que da a Devils Point, al SW de Byers.

   Ya en “casa”, una merienda a base de “bombas calóricas” calmó nuestra hambre feroz, en este día que no habíamos comido todavía tras el trabajo junto al lago Limnopolar y recogiendo muestras características de los suelos de la península Byers. El resto de la tarde consistió en descanso y algo de trabajo de gabinete, preparándonos para mañana, otro día más de duro trabajo que, según los pronósticos, continuará siendo meteorológicamente bueno en este espectacular rincón del mundo.

martes, 24 de enero de 2012

La zona de estudio en el lago Limnopolar

   Ya hemos empezado a trabajar en la zona. El otro día subimos a nuestro emplazamiento de estudio, en la cuenca del Lago Limnopolar, a unos 80 metros de altitud y a unos 3 kilómetros del campamento Byers. Allí tenemos un emplazamiento de medida del permafrost y de la capa activa que estableció Miguel Ángel durante la Campaña Antártica 2008-2009, dentro de las tareas del Año Polar Internacional. Este emplazamiento cuenta con dos sondeos, una estación para medir temperatura del suelo y del aire, así como con un nivómetro. Además tenemos una malla para medir la profundidad de la capa activa, y una cámara fotográfica automática que toma una fotografía al día durante todo el año para ver la evolución de la capa de nieve en la zona.


Fotografías de nuestra zona de trabajo (más allá del lago Limnopolar) tomada por la cámara automática durante el invierno y el verano austral

   Ya hemos recuperado los datos correspondientes al año 2011 y dejado instalados los sensores para que tomen datos durante el año 2012. Hemos aprovechado que nuestra estancia en esta zona es más larga que la del año pasado (que llamamos Byers Express) para realizar nuevos experimentos, como medir cada 2 días el espesor de la capa activa en tres sitios dentro de nuestro emplazamiento.

Antonio listo para medir el espesor de la capa activa en uno de los mini-CALM que hemos instalado este año.

Este año también dejaremos instalados 36 sensores de temperatura repartidos por el suelo de nuestra zona de estudio para ver el efecto de la temperatura en la heterogeneidad de la capa activa que hemos observado en estos años anteriores. También, dentro de un par de días dejaremos instalado un nuevo experimento para estudiar y cuantificar el movimiento de las partículas del suelo por efecto de la gelifracción.

Esperemos que el resto de las actividades podamos desarrollarlas con normalidad, porque el tiempo está siendo un poco ventoso estos días y es prácticamente imposible trabajar en la zona de lago Limnopolar porque el viento te tira y además, al ser tan frío, no nos deja trabajar más de un par de horas seguidas antes de empezar a sentir el cuerpo entumecido. Esperemos que el tiempo nos respete un poco, ya os contaremos.

Miguel Ángel, Hilo y Antonio, los únicos tres humanos en Península Byers.

lunes, 23 de enero de 2012

Refugio Internacional Byers

   Hace ya unos días que hemos desembarcado (de forma bastante… peculiar, como ya os contamos) en la península Byers, que también se sitúa en la Isla Livingston. El primer día tras el desembarco lo dedicamos a organizar el campamento, porteando material (comida, combustible, herramientas,…) desde la playa donde desembarcamos hasta el Refugio Internacional Byers, a unos 300 metros playa adentro.


Nuestro modesto campamento en la soledad de Península Byers

   El hoy conocido como el Refugio Internacional Byers, se inició en el año 2004 como un campamento temporal para el desarrollo del proyecto Limnopolar (dirigido por el Profesor Antonio Quesada de la Universidad Autónoma de Madrid) que se dedicaba al estudio de la ecología de los lagos de esta península. Hace un par de años que acabó aquel proyecto, pero dado el interés de la comunidad científica internacional por el estudio de esta península, y del buen estado de las instalaciones del campamento, el Comité Polar lo convirtió en un refugio internacional a disposición de cualquier investigador del mundo que disponga de los permisos necesarios para poder acceder a la zona protegida donde se encuentra. La infraestructura básica del refugio consiste en dos iglús de fibra de vidrio (de 6x2 mettros), uno preparado como módulo de habitabilidad (con una mesa que sirve tanto para trabajo como para comer, una mesa para la cocina, unas estanterías con material de menaje y alimentos, así como un punto para las comunicaciones de radio, teléfono y correo electrónico), y un módulo para laboratorio científico, que podría usarse en caso de necesidad para dormir.

 Módulo de habitabilidad del Refugio Internacional Byers.

   Nosotros dormimos en tiendas de campaña con varios sacos de dormir (hasta tres, dependiendo del frío que haga esa noche) para conseguir entrar en calor y dormir más o menos confortablemente. El resto de la vida la hacemos en el módulo de habitabilidad, con el fin de conseguir un espacio un poco más cálido, así que ahí cocinamos, comemos, trabajamos y descansamos charlando, leyendo o viendo alguna película juntos en el ordenador para desconectar un poco del trabajo. En el mejor de los casos conseguimos subir la temperatura, que habitualmente ronda los 0ºC en el exterior, hasta los 13ºC con ayuda de un pequeño calefactor. El otro módulo, lo estamos usando de almacén y, de forma excepcional en esta campaña, como sanitario (al que tradicionalmente llamamos Scott y a donde nos retiramos de vez en cuando con la famosa frase local “voy a charlar con Scott”). Esta península está altamente protegida y no se pueden dejar ningún tipo de “desecho” o “regalito” por ningún sitio (ni sólido ni líquido), así que los “desechos” personales deben ser almacenados para su retirada de la isla una vez abandonemos el campamento. Normalmente este espacio de intimidad está instalado en una pequeña tienda de campaña, pero este año, por lo corto de la campaña en este lugar y el reducido número de personas en el campamento, hemos aprovechado el iglú para reducir el impacto exterior. Para lavarnos usamos una pequeña palangana con un poco de agua que calentamos por la mañana, así como con toallitas húmedas.
Nuestro modesto “excusado” con todo lo necesario para retirar los “desechos personales” una vez abandonemos el campamento

   La comida en parte la tenemos congelada en un pequeño arcón en el exterior del iglú de habitabilidad y fue preparada, envasada al vacío y congelada por Ramón, el cocinero de la BAE Juan Carlos I. Otra parte de la comida la preparamos nosotros mismos directamente con los ingredientes que hemos traído desde la base. Los horarios de desayuno, comida y cena son un poco caóticos dependiendo de las condiciones del clima y del trabajo que vayamos a realizar cada día. Hay días que nos levantamos un poco más tarde debido a que debido al fuerte viento no podemos adentrarnos en la península, entonces aprovechamos el tiempo para hacer trabajo de gabinete, preparar material, etc. Así que esos días hacemos un branch en vez de un desayuno… Otras veces, pasamos tantas horas trabajando en el campo que regresamos a la hora de merendar, así que hacemos comidas-meriendas…. Las cenas son las únicas que solemos hacer más o menos a la misma hora, sobre las 9 de la tarde, charlando sobre todo tipo de temas antárticos (o no… ), y aunque somos solo tres las sobremesas son de lo más animadas y divertidas. Luego nos preparamos para dormir lo mejor posible.

   En este campamento la electricidad la conseguimos con un pequeño generador que encendemos un par de horas al día para calentar el módulo de habitabilidad y cargar las baterías de los ordenadores, recargar las pilas del GPS, linternas, etc., así como las baterías de los sistemas de comunicaciones (los walkies y el teléfono satélite de emergencia).

   En caso de emergencia de cualquier tipo, tendríamos el apoyo de la BAE Juan Carlos I, que está a unas tres horas en zodiac, o alguna más en moto de nieve atravesando el glaciar. La BAE Gabriel de Castilla no podría darnos apoyo directo porque está en la isla de enfrente, a unas cinco horas de navegación. Pero por esta zona antártica se encuentran algunos barcos, ya sean los españoles (BIO Las Palmas y BIO Hespérides), o las patrullas conjuntas antárticas de Chile y Argentina (Buques Autaro y Aviso Castillo, respectivamente). Otros barcos como el Maximiano de la Armada Brasileña que hemos visto esta mañana frente a la costa, también podrían ayudarnos en un posible rescate. En el campamento contamos con un botiquín de emergencia bien dotado, así como comunicación directa por radio con las BAEs Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, donde hay médicos muy cualificados entre sus dotaciones. Dado que en las emergencias requeriríamos cierto tiempo para poder ser atendidos o rescatados, tomamos las máximas precauciones a la hora de realizar cualquier tarea, desde cocinar hasta caminar por la zona de trabajo.

   Esto es el campamento Byers, pero desde nuestro punto de vista, aunque es la experiencia más dura de nuestra campaña antártica, también es, con diferencia, la mejor experiencia. A pesar de las incomodidades del día a día y de la dureza del clima en la zona (muy muy ventoso y frío), la experiencia es indescriptible: un fantástico paisaje muy rico en fauna (focas, elefantes y lobos marinos, petreles, eskúas, pingüinos,…), una forma de vida más caótica dirigida a llevar el día a día en las mejores condiciones posibles. En fín, una verdadera e indescriptible aventura antártica en la soledad de la península Byers.

Las playas del Sur de península Byers donde se encuentra nuestro campamento.

viernes, 20 de enero de 2012

El Desembarco

   Hoy hemos comenzado la segunda fase de nuestra campaña en la Antártida. Nos vamos de la BAE Juan Carlos I, pero no nos movemos de isla. Las próximas dos semanas las pasaremos en el campamento internacional Byers, en la península homónima, localizada en el extremo occidental de Isla Livingston. Esta zona tiene un gran interés científico debido a que es de las pocas extensiones que permanecen libres de nieve y hielo durante la mayor parte del año. Por ello, en su interior se localizan lagos y gran cantidad de campos de líquenes y musgos, así como unas morfologías periglaciares únicas en la zona y como ya seguro suponéis es muy interesante para el estudio permafrost.

Ortofoto (Fotografía aérea) de la Isla Livingston, la península de Byers (color negro) permanece libre de glaciares.

   Esta mañana ha habido mucho trabajo en la base. Los dos Buques de Investigación Oceanográfica españoles que viajan a la Antártida han coincidido frente a la Base Juan Carlos I. Las Palmas y el Hespérides necesitaban descargar y recoger material (y personal) de la base, por lo que a las 8 de la mañana la totalidad del personal nos encontrábamos en “la Catedral” (la zona de náutica de la base). El ajetreo de la descarga tomó la mayor parte de la mañana y antes de comer, parte del personal nos embarcamos en Las Palmas, para la apertura del campamento Byers.

El BIO Hespérides y Las Palmas frente a la BAE Juan Carlos I.

   Estos días solo estaremos acampados un técnico de montaña (Hilo) y los responsables del proyecto Permaplanet en esta campaña (Miguel Ángel y Antonio), sin embargo mucha más gente es necesaria para la apertura: Chris (electrónico), Alberto (informático), José (mecánico), Iñaki (técnico de montaña), José Vicente (meteorólogo) y Manolo (geofísico). Todos ellos se encargan de poner en marcha su parte del campamento, desde los generadores, la estación meteorológica y las comunicaciones, a las pequeñas reparaciones que necesita el refugio después de pasar un año completo cerrado. Obviamente para todo esto se necesita una gran cantidad de material, que se suma a todos los suministros que necesitaremos en nuestra estancia. Un ingente volumen de cajas y bidones que deben ser desembarcados a playa y más tarde ser portados de ahí al campamento.

Material a desembarcar en Byers frente a “la catedral” de la nueva BAE.

    En las pocas horas que tardamos en recorrer en barco, los aproximadamente cuarenta kilómetros entre la playa de Byers y la base, comimos y descansamos de la complicada mañana, aún sin prever lo que se avecinaban. Como siempre, nos pusimos nuestros trajes de supervivencia (los famosos “teletubbies”) y cogimos nuestro equipaje personal para embarcar en la zodiac. Aunque íbamos con las dos embarcaciones de las que dispone “Las Palmas”, una iba completa con cajas y otro equipamiento (entre ellos, las cajas de nuestro proyecto); por lo que todo el personal y los bidones íbamos en una misma zodiac. La costa de la península es muy somera y el barco solo puede fondear bastante lejos de la orilla (antes de que se realizara la nueva batimetría, se necesitaba una hora de viaje en zodiac hasta alcanzar la orilla). La mar estaba bastante revuelta, por lo que era complicado tomar las olas, y a cada una de ellas nos salpicaban importantes cantidades de agua salada congelada. A los pocos minutos comenzamos a notar agua en el interior de la balsa, que fue alcanzando niveles preocupantes conforme avanzábamos. Mientras nos preocupábamos de que nuestras pertenencias y parte de los botes de material comenzaran a flotar en el interior de la zodiac el motor fueraborda comenzó a sonar mal y dejamos de movernos... Al poco tiempo descubrimos que ¡habíamos perdido la hélice! A medio camino del barco y la costa, con el agua hasta las rodillas y parados en medio de un pequeño temporal… Pero la otra barca que estaba a escasos metros vino a remolcarnos, mientras que intentábamos poner a salvo del agua lo poco que quedaba seco de nuestras pertenencias.

Personal científico y técnico y parte del material listo para ser trasladado a la playa de Byers...no esperábamos lo que luego sucedió.

    Ya en tierra firme y habiendo superado el desafío a duras penas, comenzamos a portar el material para que cada uno comenzara a su tarea. Nosotros, pasamos todo el tiempo cargando bártulos, ya que en ese momento era como mejor podíamos ayudar. Tras varias horas de trabajo, y con lo básico en funcionamiento, el personal volvió al barco dejándonos a los tres únicos habitantes de la península ultimando preparativos para pasar nuestra primera noche en Byers, lamentándonos por las bajas electrónicas sufridas (nuestras cámaras de fotos personales y un par de discos duros) y con ganas de empezar el trabajo en este inigualable paraje. ¡La aventura continúa!

miércoles, 18 de enero de 2012

Acabando nuestras tareas en península Hurd.

   Ya estamos en la recta final de esta primera fase de la campaña. Anteayer estuvimos recogiendo y empaquetando todo nuestro material para transportarlo al siguiente emplazamiento, península Byers, también en la isla Livingston. Por la tarde estuvimos completando el curso de primero auxilios que hemos estado recibiendo en la base.

   Ayer por la mañana Iñaki, el responsable de los técnicos de montaña de la base, junto con Cris, el especialista en electrónica, nos han enseñado a emplear el GPS- Diferencial de la base para tomar unas medidas para un experimento de movimiento de laderas que empezamos hace un par de campañas, pero que vamos modificando poco a poco para dar con la técnica más eficiente y adecuada. De momento hemos conseguido un mapa topográfico de 0.5 m de resolución de un sector de una ladera cercana a la base donde se pueden observar numerosos lóbulos formados por el movimiento lento de los sedimentos debido a los procesos de congelación-descongelación. Veremos si midiendo de nuevo el año que viene podemos calcular la velocidad del movimiento y relacionarlo, en el futuro, con la evolución del clima, la fusión de la nieve, etc. Es un pequeño experimento adicional al objetivo principal del proyecto. Ya por la tarde estuvimos procesando los datos que tomamos por la mañana y luego hicimos una pequeña excursión al fondeadero Johnsons, para despedirnos de estos lares.

Charranes en el fondeadero Johnsons, que este año abundan especialmente en todo el entorno de Caleta Española.

   Hoy por la mañana hemos completado el mapa topográfico que iniciamos ayer y hemos conseguido unos buenos resultados, especialmente teniendo en cuenta que es la primera vez que usamos este sistema aquí. También hemos aprovechado el día para hacer las maletas y dejar todo listo para salir mañana a mediodía. Esta madrugada llegan los Buques de Investigación oceanográfica de la Armada Española “Hespérides” y “Las Palmas”. Nosotros nos iremos con “Las Palmas”, pero será una ocasión estupenda para fotografiar ambos barcos juntos en la Antártida, algo que no ocurre con mucha frecuencia. Este es nuestra última comunicación desde la Base Antártica Española Juan Carlos I en península Hurd, isla Livingston. Si todo sale bien, en unos pocos días podremos continuar el relato de nuestro trabajo en la Antártida desde Península Byers.

Miguel Ángel porteando el GPS-D para hacer un modelo digital del terreno en las proximidades de la base.

martes, 17 de enero de 2012

Un poco de Ciencia I: El permafrost.

   Tras varios años contando las aventuras de este equipo de investigación nunca hemos contado qué es eso del permafrost, porqué los estudiamos, cómo son los datos que recopilamos y para qué sirven, etc. Así que de vez en cuando, cuando el trabajo nos lo permita, os iremos contando algunas de estas cosas. Hoy, que prácticamente hemos acabado el trabajo en península Hurd, y ya hemos reempaquetado todo nuestro material para salir hacia península Byers en un par de días, empezaremos a contaros qué es el permafrost.

   Cuando la temperatura en muy baja, no sólo se congela el agua de los charcos, o se forman carámbanos en aleros de los tejados, si no que el suelo también se puede congelar. En ocasiones, cuando el clima es suficientemente frío, el suelo puede permanecer así, congelado, durante más de dos años. Eso es a lo que denominamos permafrost: suelo permanentemente congelado durante al menos 2 años. Y si, el suelo se puede congelar (temperatura inferior a 0ºC) aunque no tenga agua, así que el permafrost se puede clasificar en permafrost seco (si no tiene agua), y permafrost húmedo (si tienes agua y, por tanto, se forma hielo). Dependiendo de las características del suelo (y de las rocas que hay por debajo) y de las condiciones climáticas, el permafrost puede tener unos pocos centímetros o centenares de metros. En ocasiones, aunque el clima sea muy frío, puede que no se congele todo el suelo, y así podemos clasificar el permafrost en continuo (grandes extensiones congeladas), discontinuo o esporádico. En ocasiones, aunque el suelo se congele, pueden quedar pequeñas zonas en su interior que no se congelan, a esto se le denomina talik. Por otro lado, aunque el clima sea muy frío, los periodos estivales suelen llevar a un ligero incremento de la temperatura que puede hacer que la parte más superficial del permafrost se descongele para volver a congelarse durante el siguiente invierno. A esta capa que se congela y se descongela en la parte superior del permafrost es a lo que denominamos capa activa. El permafrost puede existir en cualquier lugar de la Tierra donde las temperaturas permitan que el suelo se congele, y esto ocurre, de forma general, en las zonas polares y subpolares y en zonas de alta montaña.

   Y esto es lo que estudiamos en la Antártica, el permafrost y su capa activa. Las condiciones climáticas en las Shetland del Sur, en el margen de la Antártida, son lo suficientemente frías como para permitir que el suelo esté congelado, pero no tan frías como en el interior del continente, como para permitir que un ligero incremento de las temperaturas durante el verano (de Diciembre a Marzo) pueda fundir levemente la superficie, formando una delgada capa activa. Pero para estudiar el permafrost necesitamos hacerlo en lugares donde no haya glaciares cubriendo el suelo. Esto es porque el hielo de los glaciares protege al suelo de las variaciones climáticas y además impide alcanzar la superficie del mismo. Por todo esto, las Shetland del Sur son uno de los lugares de la Antártida más apropiados para este tipo de estudios: se encuentran en la zona límite de estabilidad climática del permafrost, tienen algunas áreas libres de hielo y es el lugar donde se encuentran las Bases Antárticas Españolas Juan Carlos I (Isla Livingston) y Gabriel de Castilla (Isla Decepción).

Mapa de las Shetland del Sur y la localización de los emplazamientos en los que trabajamos.

   Pero, ¿porqué estudiar el permafrost?, ¿qué interés tiene? Bueno, es muy sencillo, en la actualidad, uno de los problemas más preocupantes es la evolución del clima a escala global. ¿Se está calentando el clima? Una de las formas de ver esto es estudiar cómo evoluciona el permafrost. Como hemos visto, es muy sensible a los incrementos de temperatura, por lo que si las temperaturas suben, se incrementa el espesor de la capa activa y disminuye el del permafrost. Así que controlando la evolución del permafrost podemos deducir las variaciones del clima. Por supuesto, para poder tener resultados representativos, es necesario tener una larga secuencia de datos, así que nosotros dejamos los sensores midiendo durante todo un año y durante las campañas antárticas en las que participamos, realizamos el mantenimiento de las estaciones de medida, reemplazando los sensores, reparando los desperfectos ocasionados por el hielo o el viento, midiendo el espesor de la capa activa, etc.

   Pero la respuesta del permafrost a las variaciones del clima es importante por otras razones. El suelo puede contener materia orgánica congelada, por lo que si se funde puede producir la emisión de CO2 o metano (entre otros gases), que son gases de efecto invernadero. De esta forma, la fusión del permafrost no sólo es un efecto del calentamiento climático, sino que puede a su vez, incrementar dicho calentamiento. Por otro lado, el suelo congelado tiene una cierta resistencia que disminuye cuando se descongela, especialmente si es permafrost húmedo puede producir deslizamiento de laderas o colapsos del terreno, lo que tiene grandes inconvenientes en zonas pobladas (por ejemplo en los países nórdicos, la tundra Siberiana, zonas de alta montaña...). Así que muchos investigadores de todo el mundo están estudiando el permafrost en distintos sitios de la Tierra para conocer la evolución del mismo y su capa activa frente a las condiciones climáticas. De hecho, existen redes internacionales con protocolos para estandarizar este tipo de estudios en la medida de lo posible (como los protocolos CALM y TSP, en los que nosotros participamos con las estaciones que tenemos en las Shetland del Sur). Además, con nuestras estaciones aportamos datos del estado del permafrost en el continente antártico, donde por las condiciones climáticas y de accesibilidad, es más complicado trabajar, y por lo tanto hay muchos menos datos.

   Nuestro interés en el estudio del permafrost tiene también una variante un poco más exótica, ya que lo que vamos conociendo sobre el comportamiento del permafrost en la Antártida nos ayuda a entender cómo podría funcionar el permafrost en Marte. Ya hemos contado en alguna ocasión que algunos miembros de nuestro equipo tienen amplia experiencia en el estudio de Marte, y que actualmente participamos como miembros del equipo científico de la misión Mars Science Laboratory (con su vehículo Curiosity que está actualmente rumbo a Marte). Así que lo que aprendemos sobre el permafrost en la Tierra, lo podremos utilizar para entender el permafrost marciano.

El rover Curiosity de NASA lleva alguno de los sensores que probamos en la Antártida y con el que intentaremos estudiar el permafrost de Marte.

   Acabaremos esta larga introducción diciendo que aunque el estudio del permafrost puede parecer menos atractivo que otros, como por ejemplo el de los glaciares, ya que no se puede ver en superficie y se trata simplemente de una cuestión de temperatura, es un tema de gran interés y que tiene gran importancia como indicador de este problema global que es cambio climático. Más adelante os iremos contando cómo trabajamos, cómo son nuestras estaciones y qué labores llevamos a cabo con ellas.

lunes, 16 de enero de 2012

Verano polar en la Antártida tropical

   Aquí, en las Shetland del Sur, hemos tenido dos días de buen tiempo que ya iban echándose en falta. Ayer aprovechamos el buen tiempo para finalizar todos nuestros trabajos en el monte Sofía y alrededores. Conseguimos arreglar y sellar la caja estanca del sondeo TSP de 25 metros en la cima, sellar una caja alrededor del sondeo del Glaciar (que quedará enterrada en la nieve y sin mástil este año), y pintamos los nivómetros que de Sofía y Morrena, para aguantar un nuevo invierno de frio y viento. También aprovechamos el paseo para tomar muestras geológicas de todas estas zonas y hacer fotografías infrarrojas. Con suerte esperamos no tener que volver a ascender a esta zona hasta la próxima campaña, así que nos despedimos del glaciar ¿por un año? Tal vez más pues ahora mismo tenemos la incertidumbre de si concederán la continuación de este proyecto para el 2012-2013 y el 2013-2015.


Miguel Ángel realizando fotografías infrarrojas del frente del glaciar Johnson desde la cima del monte Sofía.

    El día de hoy no ha sido menos provechoso. Por la mañana volvimos a fondear el sondeo en el fondeadero de Johnson. Esta vez hemos incluido un nuevo sensor que medirá la temperatura del agua a un metro sobre el fondo y hemos mejorado el sistema para ver si aguanta mejor la invernada y el efecto de la banquisa. No lo sabremos hasta el año próximo.

Sistema para el fondeado de las dos placas con sensores para medir la temperatura del fondo y del mar en el Fondeadero Johnsons.

   Por la tarde, aunque hacía un día de playa y apetecía más irse a nadar con los pingüinos, subimos a Collado Ramos para reparar los vientos, pintar el último nivómetro que nos quedada en la península de Hurd y continuar recolectando nuestras muestras de rocas y sedimentos. A continuación bajamos a caleta Argentina, para continuar el muestreo y llegamos hasta el collado que la separa de caleta Las Palmas. Como se nos echó la tarde encima, no pudimos llegar a esta última caleta y nos conformamos con alcanzar un valle glaciar con arroyos de deshielo bastante espectacular y volver corriendo a la base para cenar. Con esto habríamos acabado todo el trabajo de campo en la península para esta campaña.

Caleta Argentina, vista de punta Polaca y la pingüinera.

sábado, 14 de enero de 2012

En el glaciar rocoso

   Ayer por la mañana el mar estaba como un plato, sin prácticamente olas ni brass, así que casi parecía un espejo. En la reunión de cada mañana para organizar el trabajo del día en la base, se decidió que podíamos ir a trabajar a la zona del glaciar Rocoso aprovechando las buenas condiciones del mar. Este glaciar de rocas se encuentra al otro lado de la península Hurd, en la cosa de Bahía Falsa. Se trata de un glaciar, pero en el que en vez de irse desplazando una lengua de hielo, lo hace una gran masa de piedra, sedimentos y hielo. Los materiales cambian pero la dinámica es muy parecida.



Panorámica del glaciar Rocoso, en bahía Falsa, tomada desde una ladera cercana.

   En el trayecto pudimos contemplar la espectacular bahía con unas condiciones de visibilidad muy buenas y sin apenas botar en la zodiac por las olas. Una vez desembarcados, y después de hacer cientos de fotos del glaciar; tomamos bastantes muestras geológicas e hicimos algunas medidas del espesor de la capa activa en un transepto cerca del frente del glaciar rocoso.

Material que utilizamos para las medidas del transepto en frente del glaciar rocoso, que se puede ver al fondo.

   Esto nos tomo unas 4 horas, volviendo algo tarde para comer a la Base. En parte también regresamos un poco más tarde de lo previsto porque el regreso se hizo despacio porque había mucho brass en la bahía y circular con la zodiac requiere de más cuidado para no dañar las hélices con el hielo.

Bahía Sur repleta de brass a nuestro regreso del glaciar rocoso.

   Por la tarde tuvimos unas clases "privadas" de primero auxilios para las tres personas que iremos al campamento de Byers (Miguel Ángel, Antonio y un guía de montaña llamado Hilo). Como vamos a estar más de una semana prácticamente aislados, tenemos que conocer cómo actuar en una situación de emergencia (que por otra parte esperemos que no se produzca). Conocer el contenido del botiquín y aprender a hacer una sutura, fueron el grueso de las clases. Hoy por la mañana lo hemos complementado con parte del curso que ya si es para toda la base: reanimación cardiopulmonar. Vamos, que aquí cada día, además de trabajar, aprendemos algo nuevo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Seguimos con el mantenimiento de estaciones.

   La mañana del 11 de enero amaneció con una estampa muy navideña: todo cubierto por una importante capa de nieve. La nevada continuaba cuando nos levantamos por la mañana, y sin saber cuándo iba a remitir, nos planificamos el trabajo para dejar rematada la experiencia de Incinerador (una de las estaciones más cercanas a la base y que quedaba pendiente).


Perspectiva de caleta Española completamente nevada, con todos los edificios de la BAE Juan Carlos I cubiertos de nieve.

   Para señalizar las placas de medición de temperatura superficial, que quedan cubiertas, solemos clavar una pica o una barra metálica que indica el emplazamiento aproximado y nos ayuda a realizar la sustitución del sensor de manera fácil y rápida. Sin embargo, el año pasado alguien movió la que señalizaba la placa de Incinerador, para utilizarla con otros fines. Con la nieve cubriendo todo el suelo, nos tomo algunos minutos (y varias consultas a las fotos de años anteriores) localizar la pequeña placa de metal tras hurgar largo rato en la nieve y las piedras.

Antonio cambiando el sensor de la placa de temperatura superficial, tras pasar un buen rato buscando entre la nieve para dar con ella.

    Al día siguiente la somera capa de nieve ya había desaparecido, lo que nos permitió realizar un transecto que venimos realizando en los últimos años. Frente a la base, junto al inicio del camino que lleva hasta el Monte Reina Sofía, hay una interesante capa de sedimentos depositados en parte de forma gravitacional, en parte arrastrada por los canales de deshielo que surcan toda la zona. A lo largo de una línea de 100 m, tomamos fotos del terreno, medimos temperatura en superficie y en profundidad y sondeamos la profundidad del hielo cada 10 metros en ese momento. La toma sistemática de estas medidas nos puede dar una idea interesante de la variación, año a año, de la capa activa, y extrapolar los datos obtenidos en la estación de Nuevo Incinerador (que se localiza en uno de los extremos de este transecto) a un sector más amplio.

Tomando las medidas en la línea frente a la base, algo que esperamos hacer cada año.

   Por la tarde, ya que el tiempo era espléndido con un sol que no veíamos en días, aprovechamos para repintar de rojo los nivómetros de las experiencias más accesibles. Los fuertes vientos, la nieve y la humedad son muy efectivos lijando la madera y eliminando la fina capa de pintura de los listones que conforman este instrumento. Aprovechamos para echar una mano a la comunidad y pintar las picas que acaban de instalar para marcar los bords de los nuevos puentes que cubrirán las conducciones de energía y agua de la futura Base Juan Carlos I, una vez finalice su remodelación.


Miguel Ángel pintando el nivómetro de Incinerador de rojo, ya que había perdido prácticamente su color.

martes, 10 de enero de 2012

Un día de lo más completo.

   Hoy ha sido un ajetreado día en la Isla Livingston. En la reunión que realizamos cada mañana todo el personal presente en la base para la organización del día, se advirtió que se disponían de muy buenas condiciones de navegabilidad. Ante esto, Fede, el responsable de náutica, propuso visitar una pequeña playa antes de la entrada de bahía Falsa, donde el día anterior se había avistado a un visitante muy especial...


El grupo desembarcando en la orilla con las dos zodics.

   De esta forma, empezamos la mañana embutiéndonos en los trajes de supervivencia (conocidos como los Vikings o teletubies), para poner rumbo a la susodicha playa. Una vez allí, la colonia de pingüinos barbijo resultó ser más grande e impresionante de lo que esperábamos. Observando a sus habitantes al fin encontramos la nota discordante, un extravagante pingüino Macaroni (nada usual en esta área). Las largas cejas amarillas y su enorme pico anaranjado le hacían destacar entre la multitud de adultos y polluelos de pingüinos barbijo (tan sobrios, con su pico negro y el frente de la cara blanco, enmarcado por una delgada línea negra).

El pingüino Macaroni, algo perdido en la pinguinera de Barbijo.

   De esta playa cruzamos la Bahía Sur para ir hasta Punta Hannah, un lugar que ya habíamos visitado previamente en campañas anteriores. Sin embargo, en esta ocasión desembarcamos en la costa Este, territorio inexplorado para el proyecto. La marea se encontraba particularmente baja, poniendo al descubierto terreno que normalmente queda bajo mar, y dejando parte de la costa asilada en una pequeña isla. Reconociendo la zona, encontramos una nueva colonia de pingüino Papúa (con un pequeño pico anaranjado, cabeza negra con una pequeña mancha blanca alrededor de cada ojo) y algunos elefantes marinos “tomando el sol” en la costa.

Panorámica de punta Hanna, en su vertiente este.

   Una vez acabada esta improvisada visita a los alrededores de la BAE, regresamos, bajo la lluvia a la Base para la hora de comer. Sin embargo, como el trabajo que estaba planeado para esa mañana debía hacerse, no nos paramos a comer, sino que cogimos el material necesario para realizar el mantenimiento de sensores en los emplazamientos de Morrena y más tarde a Collado Ramos, para dejar preparadas estas experiencias para el siguiente invierno. De paso, bajamos la caja estanca de la experiencia del Glaciar, cerca de Sofía, para desmontarla hasta encontrar una solución adecuada. Otro día productivo, en que abarcamos desde la costa a la montaña, desde el reconocimiento de campo al mantenimiento de experiencias.

La caja estanca junto al panel solar y un ordenador portátil de la campaña, ya desmontados; mientras comprobamos su correcto funcionamiento en el almacén de la base.

lunes, 9 de enero de 2012

Continuamos el trabajo

   Este domingo, ha sido el segundo día de descanso para la dotación. Esto no es muy habitual, puesto que en la Antártida hay mucho trabajo y solo hay un día de descanso por semana, y los científicos, por el poco tiempo que pasamos aquí ni eso. En los días “libres” la actividad suele reducirse a lo imprescindible y se organizan excursiones a sitios cercanos a la base si el tiempo acompaña. Miguel Ángel tuvo día de servicio, con lo que tampoco pudo descansar demasiado. Sin embargo, Antonio pudo aprovechar para unirse al grupo que salía ese día al pico McGregor, uno de los más altos a los que se pueden acceder desde la base. En el último momento uno de los guías de montaña de la dotación, Iñaki, no pudo acudir por temas médicos (con lo que uno de los dos doctores del 091 que hay actualmente en la Base se tuvo que quedar con él). En conclusión los planes se cambiaron a una excursión… ¡a la cima del Monte Reina Sofía! A Antonio, con toda la equipación y preparado para salir, no le quedo otra opción que hacer la visita turística a uno de los principales sitios de trabajo de este proyecto.



Foto de grupo de expedicionarios al Monte Reina Sofía. De Izda. a dcha., Irene la médico, Alberto el informático, Raúl de la Salle, José Vicente de la AEMET, Hilo de montaña y Antonio de Permaplanet.

   Antes de llegar a la cima del Monte Reina Sofía, dimos un rodeo en moto de nieve para acercarnos a la EMA, una estación meteorológica del AEMET localizada sobre el glaciar, donde el meteorólogo José Vicente tenía que hacer algunos ajustes. Tras alcanzar la cima, Antonio revisó las experiencias del proyecto, encontrando el agujero del glaciar de nuevo casi cubierto completamente.


El mástil de la experiencia Glaciar, volcado dentro del agujero que excavamos días atrás y ahora de nuevo cubierto de nieve y hielo.

   Para el lunes, el trabajo vuelve al ritmo frenético habitual y ambos integrantes del equipo subimos a las experiencias del Sofía y el Glaciar cercano para ponerlas a punto. Tras volver a palear la nieve que había rellenado el agujero del glaciar y picar hielo durante un buen rato, pudimos acceder a la perforación de 15 metros repleta de sensores que nos permiten monitorear el permafrost en este punto. Todo esto con un temporal importante, con ráfagas de viento que, de no ser por encontrarnos resguardados en el hoyo, habríamos salido volando. Este día tuvimos que desmantelar la estación que instalamos el año pasado para una de las sondas que tantos problemas nos dieron. Fue una pena deshacer este trabajo, pero al estar el mástil completamente roto, y nos disponer este año de las sondas, decidimos que era mejor desmantelar la estación a la espera de tener toda la instrumentación lista y más tiempo para poder hacer las reparaciones cuando las condiciones sean más apropiadas. Acabado el trabajo volvimos a la base con muchísimo frío debido al viento y por haber estado trabajando sobre la nieve muchas horas, y casi sin sentir las extremidades, después de un día de trabajo duro y bien hecho.



viernes, 6 de enero de 2012

Un día de reyes distinto

   Empezamos el día como de costumbre a las 7, 30h (más o menos, ya sabéis) para desayunar a las 8 como está establecido en la base. Como buen día de reyes, empezó nevando copiosamente, así que el desayuno fue más navideño de lo normal, gracias a las luces de colores que decoran el comedor. Pero aunque nos fuimos pronto a dormir, en nuestras botas no había esta mañana ningún regalo… (y eso que hemos sido buenos), debe ser cosa de que los camellos de los reyes magos no están adaptados a estos fríos… esto es más un clima de papá Noél y sus renos.

   Así que el día iba a ser como cualquier otro: un día de trabajo con nuestros sensores y nuestras herramientas. Antonio hoy tenía día de servicio, es decir, ayudar en las tareas “del hogar” antártico (poner y quitar la mesa, ayudar un poco en la cocina, limpieza de los baños y las duchas… ), así que el trabajo se centro en empezar a recuperar datos y reemplazar sensores de las estaciones más próximas a la base. Mientras Antonio andaba atareado por la base, Miguel Ángel se dedicó a programar los sensores para, por la tarde, poder salir a instalarlos y recuperar datos del año anterior.



    Pero la comida nos trajo una sorpresita. A los postres, Jordi Felipe (el jefe de la Base) apareció con un saco repleto de regalos para todos…. Resulta que los reyes magos (a sabiendas de que hacía mucho frío para los camellos) encargaron al BIO Las Palmas el traernos los regalos hasta estas latitudes. Así que entre risas y sorpresas todos abrimos nuestro regalito que, en esta situación, siempre hace mucha ilusión. Libros, música y libretas fueron algunos de los regalos que recibimos… y que comentábamos mientras que disfrutamos del magnífico roscón (un poco distinto de lo normal) que nos preparó Ramón, el cocinero, ¡con sorpresa buena y mala como manda la tradición!

   No tuvimos mucho tiempo para disfrutar de los regalos y la sobremesa, porque después de comer salimos rápidamente a trabajar en las estaciones próximas a la base recogiendo y reponiendo sensores. Además, justo cuando más nevaba; pero el trabajo hay que hacerlo sí o sí, así que como ya estamos acostumbrados, no supuso ningún problema. Acabamos a tiempo de la siguiente actividad en la base, porque los médicos, Fernando e Irene, iban a continuar esa tarde con las clases de primeros auxilios que llevan impartiendo todas las semanas durante la campaña. Sin duda una tarde de reyes distinta pero entretenida en la Antártida mientras fuera seguía nevando copiosamente… Y por la noche, después de la cena, y en previsión de un fin de semana de mal tiempo, unos se dedicaron a ver películas en sus camas, otros en el salón, otros a jugar a juegos inventados, otros a darle a la electrónica, otros leyendo… en fín, cada uno divirtiéndose como pudo.

   Por decisión del Jefe de Base y en concordancia a la nueva medida del Gobierno Español :-), el festivo de reyes se desplazó al día siguiente para juntarlo con el domingo. Este día era “libre” para la dotación, así que los horarios son bastante más flexibles; con desayuno y cena libre (así de paso el cocinero puede darse un merecido descanso). Las comillas vienen a que en la Antártida no hay demasiado tiempo para el ocio y debemos exprimir todo el tiempo que se está aquí, así como el mantenimiento de la base necesita de una atención constante. Pero eso no impidió que a muchos se les pegaran un poco más las sábanas o que esta noche se vaya a celebrar “noche de póquer” en el comedor. Mañana el “servicio” de la base, estará a cargo de Miguel Ángel. Os mantendremos informados de cómo se da ese próximo día de asueto y los siguientes.

jueves, 5 de enero de 2012

Nuestros primeros trabajos

   Aunque llegamos la noche del 3 de enero al primer destino de nuestra aventura, la Base Juan Carlos I en Isla Livingston, no desembarcamos hasta la mañana del día siguiente. En la BAE nos esperaba una calurosa bienvenida (pese a la niebla y el mal tiempo matinal) de los ya viejos conocidos habitantes de la base, con alguna que otra nueva incorporación. Tras organizarnos un poco y acostumbrarnos a los molestos mareos de tierra, nos unimos a la comida preparada por Ramón, el cocinero, que ha vuelto después de un año en que fue sustituido por personal de la obra. Sin embargo no hay tiempo para mucho descanso aquí en la Antártida, y nada más comer ya nos ponemos a trabajar...

La BAE Juan Carlos I a nuestra llegada el día 4 de Enero.

   Los más asiduos a este blog recordareis como el año pasado colocamos un sensor para medir la temperatura del fondo del mar en el fondeadero Johnson. Pues animados por el especialista en náutica de la base, Fede, decidimos ir a recuperarlo antes de que el tiempo vaya a peor, como parecen prever los meteorólogos. Si bien habíamos dejado todo muy preparado con una boya, un cabo que lo comunicaba con la orilla y lastrado con anclas y muertos... La boya había desaparecido. Seguimos el cabo de la orilla solo para encontrarnos con un extremo vacío, y se nos ocurrió pescar la cuerda que todavía podía quedar bajo el mar. Tras varias pasadas en barca arriba y abajo por el fondeadero rastreando el fondo con ayuda de un pequeño ancla, conseguimos hacernos con todas las partes que aun reposaban sobre los sedimentos al fondo de la bahía. Y no solo recuperamos los muertos y el ancla, sino también la sonda que se encontraba en perfectas condiciones. Poco después comprobamos que también los datos de su interior estaban intactos. ¡Otra victoria para el permafrost! Ahora solo queda analizar los datos para comprobar si merecerá la pena hacer nuevos experimentos en el futuro relacionados con este suelo congelado, más difícil de monitorizar pero no por ello menos importante.

Miguel Ángel muestra parte del dispositivo con nuestro sensor recuperado del Fondeadero Johnsons.
  
   Hoy, aunque el tiempo no ha acompañado en absoluto, hemos aprovechado para hacer un recorrido por todas nuestras experiencias a lo largo de la península de Hurd. Comenzamos con el camino por Nuevo Incinerador e Incinerador, las más cercanas a la base, para comprobar que pese a que el viento había levantado la pintura de los nivómetros, se encontraban en perfectas condiciones. Tras una larga caminata hasta culminar el Monte Reina Sofía, comprobamos que allí todo parecía estar en orden, aunque curiosamente los vientos y nivómetros estaban cubiertos de carámbanos de hielo y escarcha.

Un año más tarde, de nuevo en la cima del Monte Reina Sofía.


   Una vez descargados los datos de la estación TSP, continuamos nuestro camino a la siguiente estación localizada en el glaciar cercano… o al menos allí estaba el año pasado. Al final encontramos el extremo del panel solar que sobresalía entre la nieve. ¡Otra vez se encontraba todo enterrado por nieve y hielo! Aunque el mástil tiene más de 2 metros, no era tanto la cantidad de nieve que lo sepultada, sino que la estación se encontraba abatida entre el hielo, por lo que “solo” tuvimos que palear casi un metro nieve y picar unos cuarenta centímetros de hielo. Como no teníamos el material necesario para volver a sellar la entrada al sondeo, decidimos no abrirlo hasta más tarde; con la esperanza de que la nieve no volviera a sepultar el agujero recién excavado.

Antonio paleando nieve en el glaciar para recuperar la estación de medida que ha quedado afectada por el invierno.

    Después de este percance, las siguientes estaciones del itinerario: Morrena, Collado Ramos y Juan Carlos, no presentaron ningún problema. Aprovechamos el recorrido para volver a disfrutar de los magníficos paisajes helados de la isla, que hacen que merezca la pena trabajar en estas latitudes.

   Por ahora nos despedimos, esperando que esta noche de Reyes os traigan muchas cosas. De momento nosotros nos comprometemos a seguir trayendo relatos de nuestras experiencias tan periódicamente como podamos.

miércoles, 4 de enero de 2012

Un fantástico Drake

1 de Enero. Año nuevo e inicio de la aventura antártica. Tras pasar la mañana paseando por Ushuaia (ya sabéis, San Martín arriba, San Martín abajo), hoy casi desierta tras la fiesta de Nochevieja, nos dirigimos al puerto para embarcar en el BIO Las Palmas. Ya en el buque nos recibe el Segundo Comandante y empezamos a cruzarnos con nuestros compañeros de travesía y campaña, tanto científicos como dotación de las bases. Es una alegría ver a viejos conocidos de otras campañas y a nuevos aventureros de estas tierras heladas del Sur.
El BIO Las Palmas en el puerto de Ushuaia listo para zarpar rumbo a la Antártida.
    Elegimos litera en los camarotes de científicos, nos hacemos la cama y dejamos el equipaje bien arranchado para que nada salga volando en algunos de los muchos vaivenes que da el barco por las olas mientras cruza el Drake (el único que haremos en esta campaña). Es importante dejar todo lo que necesitaremos para la travesía a mano para no tener que andar moviéndonos por el camarote intentando sacar cosas de las maletas… porque uno puede acabar por los suelos con todas las cosas caídas encima. Como ya hemos contado en otras ocasiones que nos ha tocado cruzar este mar, todos tememos sus olas y tormentas… hacen que los dos-tres días que se tarda en cruzar con el BIO Las Palmas se convierta en un pequeño infierno. Hay quien lo llevan mejor pudiendo leer, ver películas, trabajar e incluso comer con relativa normalidad, pero también los hay que lo sufren hasta el extremo de tener que ser inyectados con medicamento para poder “sobrevivir” esos días… y nadie se salva de pasar de un estado a otro….
   Las horas antes de la partida ya es tema de conversación las charlas sobre Drakes anteriores, lo bueno o lo malo que fueron en otras campañas… todos tenemos alguna aventurilla que contar de estas aguas, cosa que pone nerviosos a los que nunca han cruzado estos mares y que se embarcan por primera vez con nosotros. Estos ratos antes de la partida son un buen momento para reencontrarnos con los viejos amigos de la dotación del buque, y de hechar de menos a los que ya han desembarcado hacia otros destinos. Nuestro buen contramaestre Pepe (con quien tan buenas horas hemos pasado en el barco charlando, aprendiendo a hacer nudos, discutiendo sobre todo tipo de asuntos…), Doña María (y su callado paso por el barco…), “el jefe” y su buen humor… En fin, la dotación va cambiando año a año y siempre acabamos recordando los buenos ratos con ellos. Pero aún nos queda Santi, el más experto y veterano patrón de navegación del buque y quien siempre nos traslada de playa a barco (y viceversa) de forma segura, por muy malas que sean las condiciones (hielo, nieve, viento, olas…).

   Tras hacer los trámites de aduanas, el barco zarpa del puerto de Ushuaia a las 18h rumbo a Isla Livingston, nuestro primer destino en la Antártida. Ahora, nos espera un corto periodo de 6 horas de navegación mientras recorremos el Canal Beagle disfrutando de fiordos, glaciares, bosques, cormoranes, pecios,…
Navegamos por el Canal Beagle antes de adentrarnos en el mar de Hoces.

El Paso del Drake inusualmente tranquilo.
   Así que con tan buena mar pudimos disfrutar entre la niebla, ya en aguas del Océano Polar Antártico, de los glaciares de la Isla Snow y Livingston antes de llegar a Bahía Sur, frente a la Base Antártica Española Juan Carlos I (isla Livingston), el día 3 a las 12 de la noche. Así que aprovechamos la última noche a bordo para descansar antes de empezar nuestra campaña de campo al día siguiente…

El BIO Las Palmas tras llegar a Bahía Sur, el punto de arranque de nuestro trabajo de campo

¡Qué fantástico Drake!