jueves, 9 de febrero de 2012

Un pequeño tour por el sur

Mar de Brandsfield, Antártida, 4 de Febrero de 2012

      Recién salidos de Caleta Cierva, con el trabajo acabado antes de lo previsto por parte de todos los grupos de investigación, nos embarcamos a lo desconocido. En dirección al sur, pero sin conocer con que destino, cruzamos un paso obligado: el canal de Lemaire. Este estrecho paso que es bien conocido por las abruptas paredes que lo flanquean, es el paso de muchos barcos turísticos en esta época estival. Después de que científicos y tripulación disfrutáramos de este espectáculo de la naturaleza, nos preparamos para una noche de trayecto hasta la base ucraniana Vernadsky.


Cruzando el canal de Lemaire en el BIO Las Palmas

      Enormes placas de hielo e icebergs nos sorprendieron a la mañana siguiente flotando en todo el horizonte. Una gran nevada acompañaba la estampa, mientras nos comunicaban desde la base ucraniana que éramos el barco que más al sur había llegado este año. ¡Llevaban 9 meses sin recibir visitantes en sus costas! Bueno, y les quedará algún tiempo más, ya que las condiciones climáticas y el número y volumen de hielos no hacia seguro el desembarco para nosotros. Dadas estas condiciones climáticas cambiamos el rumbo de vuelta al norte, esta vez a la base americana Palmer. Después de comer, llegamos con la mala noticia de que tan solo podían recibir a una embarcación. Desde puente se nos comunica que si algún científico no le importara no ir, más miembros de la tripulación podrían visitarla. Un miembro por proyecto se quedaría en el barco, aunque en este caso harían una interesante visita a la pingüinera y el frente del glaciar cercano a la base. Miguel Ángel, que ya había visitado las instalaciones un año atrás cedió su sitio, así como los dos investigadores de sísmica, descendiendo así el equipo de ecólogos al completo y Antonio.

La base Palmer, la menor de las tres instalaciones de EEUU en la Antártida

      Una vez desembarcados, los americanos les recibieron para ofrecer un tour bilingüe por las instalaciones. Aunque es cierto que no se trata de una base de grandes dimensiones, la calidad de las instalaciones salta a la vista, desde el equipamiento científico a las condiciones de habitabilidad. La guía bromea con ofrecernos un baño en el SPA. Pasamos por un gran salón coronado por una amplia chimenea y que daba a un balcón donde preparaban una barbacoa al más puro estilo americano. Acabamos la visita, como no podía ser de otra manera, en la tienda de souvenirs.
McPalmer, todo un topicazo ante nuestros ojos

      Esa misma tarde pasamos por otro destacado paso, el canal de Neumayer. Aprovechando que el alto tránsito de este estrecho nos obligó a parar por unos minutos mientras otro barco sorteaba los hielos de la salida del canal, la dotación se hizo la foto de campaña en ese paisaje sin par.

La dotación del BIO Las Palmas al competo, con la incorporación del equipo científico que viajábamos en el corto trayecto al Sur de esta campaña

      Un poco más tarde los colores del atardecer tiñeron los normalmente pálidos hielos y llenaron el mar de matices rojos, morados y violetas. Un extra de belleza, para un lugar que es ya de por si un regalo para los sentidos. En estos trayectos el avistamiento de pingüinos, focas leopardo y elefantes marinos subidos a los icebergs; priones, gaviotas antárticas y petreles jugando con las corrientes alrededor del barco por el aire, así como de ballenas jugando; es algo habitual. Sin embargo no deja de asombrarnos y nos mantiene horas en cubierta, admirando y haciendo fotos hasta que la parcial congelación de las extremidades nos obliga a meternos en el puente de mando del BIO Las Palmas.

Los colores invaden las nieves del canal de Neumeyer al atardecer

      Esta mañana, bien temprano, el equipo de Benayas convenció al comandante para hacer una parada en isla Cuverville, frente a la Isla de Rongè. Las pingüineras de la zona son frecuentemente visitadas por cruceros y veleros turísticos. De hecho algunos de ellos se encontraban varados en las inmediaciones. Tras la rápida parada, que Antonio aprovecha para tomar alguna muestra geológica y ayudar a sus colegas en sus muestreos, volvimos al barco con un último destino: Port Lockroy. Este antiguo asentamiento ballenero, fue usado como base científica británica hace varias décadas hasta que el British Antarctic Survey (BAS) decidió clausurarlo. Sin embargo, una asociación se encargó de su restauración y actualmente es un museo que visitan miles de personas al año. En él permanecen mobiliario y enseres de la época, con explicaciones sobre las difíciles condiciones de vida en que se encontraban sus moradores. En la tienda del museo Miguel Ángel y Antonio se pudieron hacer con algunos mapas del BAS (un tesoro en forma de mapa difícil de conseguir en cualquier sitio) que sin duda les serán muy útiles para futuras expediciones.

Port Lockroy, una antigua base antártica hecha museo

      Ahora, en el mar de Brandsfield, la mar empieza a zarandear el barco de un sitio a otro. Parece que tendremos una noche movidita. Por la mañana desembarcaremos con todo el material en nuestro último destino antártico, la Isla Decepción. Para esta fase final de campaña contamos con poco menos de dos semanas, pero en la Antártida los planes pueden variar mucho…

martes, 7 de febrero de 2012

Un poco de Ciencia II: estudiando el permafrost

Canal de Gerlache, Antártida, 3 de Febrero de 2012

Aprovechando las horas de navegación, hoy os contaremos cómo estudiamos la evolución de los suelos congelados, que se basa en las propuestas de varios protocolos internacionales.

Nuestras investigaciones se centran en la evolución térmica del suelo y del nivel superior del permafrost, y así como del espesor de la capa activa, como indicadores de la variabilidad climática. Por esa razón tenemos instalados diversas estaciones de medida en diferentes emplazamientos de las Islas Shetland del Sur (ya os contamos del interés de esta zona de la Antártida para el estudio del permafrost). En estos emplazamientos tenemos instalados una serie de instrumentos dirigidos a medir la temperatura del aire, del suelo, y del terreno (en la capa activa y en algunos casos también del nivel superior del permafrost). Para medir la temperatura del aire usamos unos dispositivos (modelo TinyTag) que tienen un sensor externo expuesto al aire. Este sensor se encuentra en el interior de un protector ambiental para impedir que se caliente con el sol, se enfríe con el hielo, etc. y que refleje los más fielmente posible la temperatura del aire. Esto se instala a 1,7 m de altura sobre unos mástiles metálicos sujeto con vientos al terreno.

Instrumentación para medir la temperatura del aire

Otro de los instrumentos que tenemos nos permite medir la temperatura del suelo. Este instrumento es mucho más sencillo y consiste en una placa metálica que lleva adosada una capsula estanca donde hemos instalado un pequeño sensor de temperatura (modelo iButton) del tamaño de una pila de botón. Esta placa se entierra a aproximadamente 1 cm de profundidad en el suelo, con cuidado de que no quede al descubierto (en parte para que las eskúas no la muevan de su sitio). Con él, podemos saber cuál es la temperatura del suelo en superficie, obteniendo la media en el área de la placa (unos 100 cm2).

Placa para la medición de la temperatura del suelo.

Para medir el espesor de la capa de nieve usamos un instrumento de baja tecnología que consiste en un mástil de madera al que hemos adosado varios sensores de temperatura como el usado para medir la temperatura del suelo. Cada uno de los sensores está puesto a una altura diferente sobre el suelo, de tal forma que indirectamente podamos calcular de manera aproximada el nivel de la nieve. Este instrumento se basa en que cuando la temperatura que marca uno de los sensores se estabiliza, frente a la que registra el sensor instalado inmediatamente por encima, quiere decir que está enterrado bajo la nieve. Este instrumento no es muy preciso, pero es suficientemente económico y aproximado para lo que necesitamos conocer en nuestros estudios. Usar otros sensores para medir el espesor de la nieve implicaría instalaciones más complejas con baterías, placas solares, etc… que son más caros y complican la logística del trabajo de campo y, como decimos, no implicaría una mejora excesiva para lo que necesitamos nosotros.

Termonivómetro instalado en uno de nuestros emplazamientos de la Antártida.

Para conocer la temperatura del terreno (ya sea de la capa activa y del nivel superior del permafrost) se han realizado distintas perforaciones, que se han entubado para que queden estancas. En su interior se han introducido pequeños sensores de temperatura a distintas profundidades, sujetos generalmente a una cuerda unidaal tapón exterior del tubo de la perforación. De esta forma no entra agua en el tubo y se mantiene seco. Hay sondeos que apenas tiene un metro de profundidad, pero los hay de más de dos y de hasta 6 metros.

Sensores listos para ser introducidos en uno de los sondeos de nuestras estaciones

Dos casos especialmente interesantes son los sondeos situados en la cima del monte Reina Sofía (nuestras estaciones de Glaciar y Sofía), que son de 15 y 25 metros de profundidad (respectivamente). En el más largo hay un sistema más complejo de adquisición de datos, con una cadena repleta de sensores de temperatura a distintas profundidades que envían datos a un sistema electrónico, conectado a una batería y un panel solar en la superficie. Estos dos grandes sondeos forman parte de la red internacional denominada TSP (Thermal State of Permafrost) dirigida a conocer el estado térmico del permafrost, mientras que las otras permiten conocer el estado térmico de la capa activa.

Estación de medición en el sondeos situado en el Monte Reina Sofía

Todos estos instrumentos se encuentran en cada una de nuestras estaciones de medida. Algunas no cuentan con perforación todavía porque se han cambiado su ubicación hace muy poco y no ha dado tiempo a realizarlas, como es el caso de las estaciones Morrena y BAE en península Hurd, Isla Livingston. Todas las demás están completas, tanto en la isla Livingston como en Decepción.

Por otro lado, para estudiar el espesor de la capa activa, utilizamos la metodología propuesta en el protocolo denominado CALM (Circumpolar Active Layer Monitoring) para el estudio de la capa activa en zonas circumpolares. Este protocolo propone la medición directa de forma mecánica del espesor de suelo no congelado. Esto se lleva a cabo introduciendo una pica de acero de un metro de longitud en el suelo hasta que por el sonido y la respuesta del suelo se llega al hielo. Parece una técnica poco sofisticada, más próxima a la magia que a la ciencia, pero la experiencia ha demostrado en cientos de medidas a lo largo del mundo, que es la técnica más eficaz, certera y barata disponible. Para levar a cabo las medidas no se hace de forma aleatoria, sino que se crean unas mallas sobre el terreno (generalmente cuadradas de 100 x 100 metros) y se mide en todos sus nudos, que quedan marcados sobre el terreno con estacas. De esta forma, cada año se repiten las medidas en los mismos puntos permitiendo estudiar si ha aumentado la capa activa (fusión del permafrost), o si ha disminuido (aumento del permafrost).

Emplazamiento de una de nuestras mallas CALM de medida de la capa activa

Además de estos instrumentos y mediciones, tenemos algunos experimentos extras situados en varios lugares que nos permiten, por ejemplo, ver el efecto de la descongelación del suelo en el movimiento de laderas a pequeña escala. Así, por ejemplo, tenemos unas piedras marcadas en una ladera de las que mediremos su posición año a año con precisión milimétrica gracias al uso de un GPS-Diferencial que nos prestan en la BAE Juan Carlos I.

Más adelante os contaremos cómo son los datos que obtenemos en cada campaña, cómo los tratamos y qué información sacamos de ellos para poder estudiar la evolución de la capa activa y del permafrost.

Un día en Caleta Cierva

Caleta Cierva, Antártida, 2 de Febrero de 2012

Sin apenas un descanso, esta mañana nos levantamos bien temprano para desembarcar en la Base Antártica Argentina “Primavera”, en Caleta Cierva. Esta magnífica base está compuesta por varias cabañas rojas y negras, comunicadas por pasarelas de madera. No es una base permanente pero sus instalaciones son bastante espectaculares. Además de encontrarse en terreno de la península, es decir en el continente, está en la Zona Antártica Especialmente Protegida (ZAEP) número 134. Allí nos esperaba la dotación e investigadores de la base para convidarnos a una bebida caliente e intercambiar unas palabras con ellos. Pero no muchas, ya que los tres equipos científicos que bajamos allí teníamos mucho trabajo por delante.

Panorámica de la Base argentina "Primavera", en Caleta Cierva


Detalle de la base, donde se aprecia algunas de las cabañas y pasarelas de madera

Por una parte, los sismólogos Janire y José Ángel, tenían que hacer el mantenimiento de la estación sísmica que se encuentra allí instalada. El equipo de Javier Benayas, formado por él mismo y sus colegas Paco y Luis, tenían que tomar múltiples muestras de suelo, musgos y plumas de pingüino. Por nuestra parte, el equipo Permaplanet, tuvimos que subir hasta prácticamente la cima del cerro sobre cuya falda se asienta la base. Hace ya dos años, Miguel Ángel y Juanjo habían instalado allí un nivómetro y una placa de temperatura del suelo. Cuando el año pasado Miguel Ángel y Antonio pasaron por allí la pasada campaña, el lugar, que había resultado anteriormente muy propicio, se encontraba completamente cubierto por más de cuarenta centímetros de nieve y hielo. Por ello solo pudieron rescatar parte del nivómetro, que se quebró, dejando otra parte enterrada en ese lugar recóndito. Hoy, tras esquivar las pinguineras y nidos de eskúa, pando por neveros y superficies de roca pulida muy resbaladiza, nos encontramos con que la capa de hielo y nieve era mucho más delgada.

Esto es lo que nos encontramos este año, donde un año antes era todo hielo

Con ayuda de un piolet y el cincel que nos prestaron los compañeros de la base Juan Carlos I, en pocos minutos (aunque se hicieron largos bajo la ventisca que arreciaba) conseguimos liberar lo que quedaba del mástil de madera y rescatar la placa de temperatura del suelo satisfactoriamente.

Éxito en la recuperación de los sensores, ¡tras dos años!

Como premio almorzamos el rancho que nos habían preparado en el barco, resguardados tras unas rocas. El descenso, sabiendo que todo estaba bajo control, se hizo más rápido, aunque fuese también más peligroso. Ya en la base, el personal argentino nos invitó a almorzar con ellos. El resto de equipos también tuvo suerte; los sismólogos se encontraron toda la maquinaria inundada y corroída por el agua y el salitre; pero pudieron repararla con el material que traían. El equipo de ecólogos, por su parte, tras algún tiempo más recuperando muestras consiguieron terminar a tiempo para que pudiéramos embarcar de nuevo no demasiado tarde, aunque en la base habían preparado camas por si fuera necesario quedarse a dormir.

Foto de grupo de los tres equipos científicos en Caleta Cierva, junto al jefe de base

Sin embargo, el llegar a Las Palmas no iba a ser tan fácil. El brass y una foca leopardo, complicaron la llegada de la zodiac a la costa. Algo mojados, como suele pasar cuando la mar es mala, en Las Palmas no nos quedaba más que descargar los datos y descansar. Ahora a disfrutar del trayecto estos días de pequeño asueto por los “mares del Sur”.

Brass frente a la costa de la base Primavera, todo un problema para los desembarcos en zodiac

Un día de tránsito

Mar de Brandsfield, Antártida, 1 de Febrero de 2012

Hoy ha sido un día de lo más variado. Hemos arrancado el último día en Byers a las 8 de la mañana (más o menos, ya sabéis…) acabando de meter las últimas cosas en nuestros macutos antes de tomar nuestro último desayuno en el Refugio Internacional Byers. Aprovechamos para dejar nuestra firma en el libro de visitas del refugio, que esperamos poder repasar el año que viene si hay suerte y nos conceden las Acciones Complementarias y Proyectos que hemos solicitado para poder continuar nuestra investigación por estas tierras del Sur.

Después de desayunar iniciamos el cierre del campamento, recogiendo los sacos de dormir y esterillas, plegando las tiendas de campaña, acumulando el material en el iglú almacén, y dejando todo listo para sellar los módulos, a la espera de la siguiente fase dentro de unas semanas. Al final, tal y como estaba previsto, cerramos el campamento y embarcamos todas nuestras cosas en las dos lanchas neumáticas del BIO Las Palmas, que nos vino a buscar a eso de las 15 horas. En el barco encontramos otros investigadores viejos conocidos (del grupo que estudia el impacto humano en la Ántártida), y otros nuevos (del grupo que estudia la actividad sísmica en la zona de la península Antártica). Con ellos compartiremos los próximos días de actividad en la zona de Caleta Cierva. Pero en el buque también nos encontramos con los investigadores de líquenes, y con Alba del grupo de glaciología, así como con David y Arkaitz, ambos técnicos de montaña de la UTM. Arkaitz nos estuvo ayudando en los últimos años con nuestros trabajos en Byers, por lo que charlamos sobre ello en el corto trayecto hasta la base. Antes de partir hacia el Sur, debemos pasar por la Base Juan Carlos I para dejar algo de material, así como desembarcar a los investigadores de líquenes, Hilo, David y a Arkaitz, de quienes nos despedimos por esta campaña. A punto de llegar a la base, ya en Bahía Sur, se cruzan con el barco un numerosísimo grupo de ballenas que saltan, comen y enseñan sus lomos, aletas y bocas durante más de tres cuartos de hora…. Un espectáculo de animales (que no pudimos fotografiar porque nuestras cámaras están muertas…). Fascinante. Y otro espectáculo fué ver a casi todo el barco, en distintos puntos de las cubiertas, tomando fotografías sin parar de los animales que parecían posar para nosotros. Fue un rato espectacular que disfrutamos todos en el barco. Fue un rato muy divertido y espectacular que tardaremos en olvidar.

Algunas de las ballenas que pudimos ver desde el buque en Bahía Sur.

Ya en la BAE Juan Carlos I, el nuevo jefe Joan, el técnico de medio ambiente con quien coincidimos el año pasado, subió al barco a saludarnos y a prestarnos su cámara para que pudiéramos tomar fotos en lo que quedaba de campaña. Algo que le agradecemos mucho y gracias a lo cual podremos seguir documentando gráficamente nuestro trabajo durante la campaña. Una vez finalizadas las maniobras en Bahía Sur, ahora sí, partimos con el BIO Las Palmas rumbo a Caleta Cierva, el único punto de nuestra campaña en la que pisaremos continente antártico. Esperamos la navegación por el Mar de Brandsfield sea tan benigna como el pasado Drake. Ya os contaremos.

Bye bye, Byers

Isla Livingston, Antártida, 31 de Enero de 2012

Ya nos marchamos del Refugio Internacional Byers, este campamento que ha sido nuestra casa durante dos semanas. Hemos trabajado duro, en días buenos y malos, solos o con compañía de nuestros amigos del Hespérides; pero ya es hora de marcharnos y continuar con la siguiente fase de nuestra campaña… en el continente.

Atardecer en Byers

Ayer dejamos terminado el trabajo de campo en la zona: tomando las últimas medidas de los MiniCALM, “plantando” sensores para la temperatura del suelo a lo largo de toda la zona, fotografiando el área de estudio y comprobando que todos los sensores estén a punto para pasar otro largo año tomando datos (sino más, ya que no sabemos si se concederán alguno de los proyectos que solicitamos para seguir trabajando aquí). Volvimos al campamento por una ruta ligeramente distinta, y para variar tomamos algunas muestras de roca en el camino para nuestros estudios. Lo que si fue un cambio es que llegamos al refugio justo para la hora de comer (cosa rara, que siempre llegábamos a media tarde) y un pequeño descanso posterior. Más tarde, continuamos con trabajo de gabinete, recogiendo nuestro material científico y portándolo a la playa para el inminente embarco, que suponemos será antes del día 2 de febrero, en que está originalmente previsto. Como la experiencia es un grado, durante la noche nos comunican que vendrán a recogernos no solo un día antes, sino quizás de madrugada. Tras barajar varias opciones, los diferentes responsables tomaron la decisión de que finalmente abandonaremos el campamento el día 1 de febrero aprovechando la marea alta de mediodía.

Interior del módulo de vida del refugio, después de una limpieza general, y listos para comer.

Por lo tanto, hoy ha sido un día de recogerlo todo y de limpieza general. Además, el campamento debe quedar a punto para cuando vuelva Hilo a abrir dentro de unos días. Con sentimientos encontrados como suele pasar en estos viajes, nos preparamos para dejar todo esto y partir a Caleta Cierva, donde se encuentra la Base Antártica Argentina “Primavera”. Os seguiremos informando puntualmente, como hasta ahora, aunque puede que dentro de algunos días, ya que no llegaremos a la BAE Gabriel de Castilla hasta el 5 de febrero, previsiblemente.

Vista nostálgica desde una de las ventanas del refugio