lunes, 23 de enero de 2012

Refugio Internacional Byers

   Hace ya unos días que hemos desembarcado (de forma bastante… peculiar, como ya os contamos) en la península Byers, que también se sitúa en la Isla Livingston. El primer día tras el desembarco lo dedicamos a organizar el campamento, porteando material (comida, combustible, herramientas,…) desde la playa donde desembarcamos hasta el Refugio Internacional Byers, a unos 300 metros playa adentro.


Nuestro modesto campamento en la soledad de Península Byers

   El hoy conocido como el Refugio Internacional Byers, se inició en el año 2004 como un campamento temporal para el desarrollo del proyecto Limnopolar (dirigido por el Profesor Antonio Quesada de la Universidad Autónoma de Madrid) que se dedicaba al estudio de la ecología de los lagos de esta península. Hace un par de años que acabó aquel proyecto, pero dado el interés de la comunidad científica internacional por el estudio de esta península, y del buen estado de las instalaciones del campamento, el Comité Polar lo convirtió en un refugio internacional a disposición de cualquier investigador del mundo que disponga de los permisos necesarios para poder acceder a la zona protegida donde se encuentra. La infraestructura básica del refugio consiste en dos iglús de fibra de vidrio (de 6x2 mettros), uno preparado como módulo de habitabilidad (con una mesa que sirve tanto para trabajo como para comer, una mesa para la cocina, unas estanterías con material de menaje y alimentos, así como un punto para las comunicaciones de radio, teléfono y correo electrónico), y un módulo para laboratorio científico, que podría usarse en caso de necesidad para dormir.

 Módulo de habitabilidad del Refugio Internacional Byers.

   Nosotros dormimos en tiendas de campaña con varios sacos de dormir (hasta tres, dependiendo del frío que haga esa noche) para conseguir entrar en calor y dormir más o menos confortablemente. El resto de la vida la hacemos en el módulo de habitabilidad, con el fin de conseguir un espacio un poco más cálido, así que ahí cocinamos, comemos, trabajamos y descansamos charlando, leyendo o viendo alguna película juntos en el ordenador para desconectar un poco del trabajo. En el mejor de los casos conseguimos subir la temperatura, que habitualmente ronda los 0ºC en el exterior, hasta los 13ºC con ayuda de un pequeño calefactor. El otro módulo, lo estamos usando de almacén y, de forma excepcional en esta campaña, como sanitario (al que tradicionalmente llamamos Scott y a donde nos retiramos de vez en cuando con la famosa frase local “voy a charlar con Scott”). Esta península está altamente protegida y no se pueden dejar ningún tipo de “desecho” o “regalito” por ningún sitio (ni sólido ni líquido), así que los “desechos” personales deben ser almacenados para su retirada de la isla una vez abandonemos el campamento. Normalmente este espacio de intimidad está instalado en una pequeña tienda de campaña, pero este año, por lo corto de la campaña en este lugar y el reducido número de personas en el campamento, hemos aprovechado el iglú para reducir el impacto exterior. Para lavarnos usamos una pequeña palangana con un poco de agua que calentamos por la mañana, así como con toallitas húmedas.
Nuestro modesto “excusado” con todo lo necesario para retirar los “desechos personales” una vez abandonemos el campamento

   La comida en parte la tenemos congelada en un pequeño arcón en el exterior del iglú de habitabilidad y fue preparada, envasada al vacío y congelada por Ramón, el cocinero de la BAE Juan Carlos I. Otra parte de la comida la preparamos nosotros mismos directamente con los ingredientes que hemos traído desde la base. Los horarios de desayuno, comida y cena son un poco caóticos dependiendo de las condiciones del clima y del trabajo que vayamos a realizar cada día. Hay días que nos levantamos un poco más tarde debido a que debido al fuerte viento no podemos adentrarnos en la península, entonces aprovechamos el tiempo para hacer trabajo de gabinete, preparar material, etc. Así que esos días hacemos un branch en vez de un desayuno… Otras veces, pasamos tantas horas trabajando en el campo que regresamos a la hora de merendar, así que hacemos comidas-meriendas…. Las cenas son las únicas que solemos hacer más o menos a la misma hora, sobre las 9 de la tarde, charlando sobre todo tipo de temas antárticos (o no… ), y aunque somos solo tres las sobremesas son de lo más animadas y divertidas. Luego nos preparamos para dormir lo mejor posible.

   En este campamento la electricidad la conseguimos con un pequeño generador que encendemos un par de horas al día para calentar el módulo de habitabilidad y cargar las baterías de los ordenadores, recargar las pilas del GPS, linternas, etc., así como las baterías de los sistemas de comunicaciones (los walkies y el teléfono satélite de emergencia).

   En caso de emergencia de cualquier tipo, tendríamos el apoyo de la BAE Juan Carlos I, que está a unas tres horas en zodiac, o alguna más en moto de nieve atravesando el glaciar. La BAE Gabriel de Castilla no podría darnos apoyo directo porque está en la isla de enfrente, a unas cinco horas de navegación. Pero por esta zona antártica se encuentran algunos barcos, ya sean los españoles (BIO Las Palmas y BIO Hespérides), o las patrullas conjuntas antárticas de Chile y Argentina (Buques Autaro y Aviso Castillo, respectivamente). Otros barcos como el Maximiano de la Armada Brasileña que hemos visto esta mañana frente a la costa, también podrían ayudarnos en un posible rescate. En el campamento contamos con un botiquín de emergencia bien dotado, así como comunicación directa por radio con las BAEs Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, donde hay médicos muy cualificados entre sus dotaciones. Dado que en las emergencias requeriríamos cierto tiempo para poder ser atendidos o rescatados, tomamos las máximas precauciones a la hora de realizar cualquier tarea, desde cocinar hasta caminar por la zona de trabajo.

   Esto es el campamento Byers, pero desde nuestro punto de vista, aunque es la experiencia más dura de nuestra campaña antártica, también es, con diferencia, la mejor experiencia. A pesar de las incomodidades del día a día y de la dureza del clima en la zona (muy muy ventoso y frío), la experiencia es indescriptible: un fantástico paisaje muy rico en fauna (focas, elefantes y lobos marinos, petreles, eskúas, pingüinos,…), una forma de vida más caótica dirigida a llevar el día a día en las mejores condiciones posibles. En fín, una verdadera e indescriptible aventura antártica en la soledad de la península Byers.

Las playas del Sur de península Byers donde se encuentra nuestro campamento.

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