Hoy hemos comenzado la segunda fase de nuestra campaña en la Antártida. Nos vamos de la BAE Juan Carlos I, pero no nos movemos de isla. Las próximas dos semanas las pasaremos en el campamento internacional Byers, en la península homónima, localizada en el extremo occidental de Isla Livingston. Esta zona tiene un gran interés científico debido a que es de las pocas extensiones que permanecen libres de nieve y hielo durante la mayor parte del año. Por ello, en su interior se localizan lagos y gran cantidad de campos de líquenes y musgos, así como unas morfologías periglaciares únicas en la zona y como ya seguro suponéis es muy interesante para el estudio permafrost.
Ortofoto (Fotografía aérea) de la Isla Livingston, la península de Byers (color negro) permanece libre de glaciares.
Esta mañana ha habido mucho trabajo en la base. Los dos Buques de Investigación Oceanográfica españoles que viajan a la Antártida han coincidido frente a la Base Juan Carlos I. Las Palmas y el Hespérides necesitaban descargar y recoger material (y personal) de la base, por lo que a las 8 de la mañana la totalidad del personal nos encontrábamos en “la Catedral” (la zona de náutica de la base). El ajetreo de la descarga tomó la mayor parte de la mañana y antes de comer, parte del personal nos embarcamos en Las Palmas, para la apertura del campamento Byers.
El BIO Hespérides y Las Palmas frente a la BAE Juan Carlos I.
Estos días solo estaremos acampados un técnico de montaña (Hilo) y los responsables del proyecto Permaplanet en esta campaña (Miguel Ángel y Antonio), sin embargo mucha más gente es necesaria para la apertura: Chris (electrónico), Alberto (informático), José (mecánico), Iñaki (técnico de montaña), José Vicente (meteorólogo) y Manolo (geofísico). Todos ellos se encargan de poner en marcha su parte del campamento, desde los generadores, la estación meteorológica y las comunicaciones, a las pequeñas reparaciones que necesita el refugio después de pasar un año completo cerrado. Obviamente para todo esto se necesita una gran cantidad de material, que se suma a todos los suministros que necesitaremos en nuestra estancia. Un ingente volumen de cajas y bidones que deben ser desembarcados a playa y más tarde ser portados de ahí al campamento.
Material a desembarcar en Byers frente a “la catedral” de la nueva BAE.
En las pocas horas que tardamos en recorrer en barco, los aproximadamente cuarenta kilómetros entre la playa de Byers y la base, comimos y descansamos de la complicada mañana, aún sin prever lo que se avecinaban. Como siempre, nos pusimos nuestros trajes de supervivencia (los famosos “teletubbies”) y cogimos nuestro equipaje personal para embarcar en la zodiac. Aunque íbamos con las dos embarcaciones de las que dispone “Las Palmas”, una iba completa con cajas y otro equipamiento (entre ellos, las cajas de nuestro proyecto); por lo que todo el personal y los bidones íbamos en una misma zodiac. La costa de la península es muy somera y el barco solo puede fondear bastante lejos de la orilla (antes de que se realizara la nueva batimetría, se necesitaba una hora de viaje en zodiac hasta alcanzar la orilla). La mar estaba bastante revuelta, por lo que era complicado tomar las olas, y a cada una de ellas nos salpicaban importantes cantidades de agua salada congelada. A los pocos minutos comenzamos a notar agua en el interior de la balsa, que fue alcanzando niveles preocupantes conforme avanzábamos. Mientras nos preocupábamos de que nuestras pertenencias y parte de los botes de material comenzaran a flotar en el interior de la zodiac el motor fueraborda comenzó a sonar mal y dejamos de movernos... Al poco tiempo descubrimos que ¡habíamos perdido la hélice! A medio camino del barco y la costa, con el agua hasta las rodillas y parados en medio de un pequeño temporal… Pero la otra barca que estaba a escasos metros vino a remolcarnos, mientras que intentábamos poner a salvo del agua lo poco que quedaba seco de nuestras pertenencias.
Personal científico y técnico y parte del material listo para ser trasladado a la playa de Byers...no esperábamos lo que luego sucedió.
Ya en tierra firme y habiendo superado el desafío a duras penas, comenzamos a portar el material para que cada uno comenzara a su tarea. Nosotros, pasamos todo el tiempo cargando bártulos, ya que en ese momento era como mejor podíamos ayudar. Tras varias horas de trabajo, y con lo básico en funcionamiento, el personal volvió al barco dejándonos a los tres únicos habitantes de la península ultimando preparativos para pasar nuestra primera noche en Byers, lamentándonos por las bajas electrónicas sufridas (nuestras cámaras de fotos personales y un par de discos duros) y con ganas de empezar el trabajo en este inigualable paraje. ¡La aventura continúa!
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