Punta Arenas, Chile. 30 de Enero de 2013
De vuelta en el Hespérides, tuvimos un poco de tiempo de descanso mientras hacemos el tránsito hasta la isla Rey Jorge donde debemos tomar el avión hacia Punta Arenas y que pone punto y final a nuestra campaña en zona antártica. Disfrutamos de este corto trayecto contemplando los glaciares de las distintas islas que pasamos: Livingston, Greenwich, Nelson y finalmente Rey Jorge. Es un viaje tranquilo en que el podemos disfrutar de grandes glaciares y escarpadas montañas y nunataks. En el barco están algunos de los colegas (ya amigos) de las bases Gabriel de Castilla y Juan Carlos I, así como del grupo de oceanografía que han hecho campaña en el buque. Llegaríamos a Rey Jorge la mañana del 29, preparados para tomar el vuelo de vuelta. Parece que la campaña se acaba, y dejamos atrás los paleos de nieve y el picar hielo, la mirada curiosa de pingüinos y elefantes marinos en las playas, el evitar líquenes y musgos al caminar, y los omnipresentes y majestuosos glaciares. Volvemos al asfalto, los perros callejeros y las lengas de Punta Arenas. Pero todavía quedaba el "derradeiro" telettubie de la campaña, una última aventura.
Último vistazo a los glaciares de la isla Livingston
El tiempo en el barco cada cual lo pasa como puede: unos trabajan, otros charlan, o descansan leyendo o durmiendo, o se asoman a las cubiertas del barco, mientras otros picotean entre horas, o intercambias fotos y videos del viaje; con su ración de anécdotas. Acabamos de embarcar y todo parece ya lejano. Aquí se vive de un modo tan inmediato, que estamos acostumbrados a vivir el momento y con los ajustados horarios de contínuo trabajo. En el barco nos sentimos perdidos, sin más que hacer que esperar. Y la espera se alarga, debido a la escasa visibilidad que deja una densa bruma en la isla Rey Jorge. El primer aviso de retraso de vuelo suena en la megafonía. "Queda retrasado hasta nuevo aviso", reza. Tras el segundo aviso, cuando ya no sabemos si hacer o deshacer la maleta, llaman al personal a la vía húmeda. Parece que desembarcamos. El avión va a volar hacia aquí, queda por saber si podrá aterrizar con tanta niebla que no acaba de levantar.
Acostumbrados a la vida nómada, no cuesta mucho volver a empacar. En pocos minutos estamos dispuestos con nuestros trajes chillones de supervivencia. El último telettubie de la campaña (esperemos). No sabíamos sobre las condiciones de visibilidad, pero desde luego las de navegabilidad no eran buenas. Nos despedimos de la tripulación del Hespérides que tan bien nos ha tratado en todos nuestros movimientos, y ya en la Zodiac, las olas rompen contra la embarcación mojándonos con abundante agua helada a nosotros y nuestros equipajes (que sabiendo cómo son estas cosas van envueltos en su mayoría en bolsas). El último barqueo parece querernos recordar que aún estamos en la Antártida y sometidos a sus condiciones. Nos recordaba al desembarco del año pasado en Byers...
Ya en la costa recogen todo nuestro equipaje y nos conducen a la base Escudero, ¡donde nos reencontramos con algunos de los compañeros chilenos de Byers! Ellos habían desembarcado ayer por la noche. Un tour por la base y una corta espera, y nos recogen para llevarnos a la pista. El avión ha llegado y finalmente va a salir. Se trata de un no tan pequeño avión a propulsión de la compañía DAP, con cuatro turbinas. Podríamos estar en cualquier vuelo comercial de pequeñas proporciones, solo que todo es algo más informal. Nosotros mismos nos cargamos el material en la bodega del avión, y cada uno se sienta donde quiere.
Cargando el material personal en la bodega del avión antes de partir hacia Punta Arenas.
El despegue de la corta pista de tierra que acaba en un acantilado, ¡es realmente impresionante!. Y todo ha salido bien, solo nos queda esperar, haciendo tiempo con una cena servida por azafatas como en cualquier otro vuelo, como si no estuviéramos volviendo del séptimo, el más remoto de los continentes. La luna llena nos acompaña parte de las dos horas y media que nos toma pasar el estrecho del Drake (y una porción de la Patagonia, la Tierra del Fuego) se antojan irreales cuando lo comparamos con el viaje de ida, y cuesta creer que estemos de vuelta al mismo hotel del que partimos en tan corto lapso de tiempo.
Sobrevolando la densa capa de nubes que casi nos impide el tomar el vuelo de vuelta a Punta Arenas.
Anoche llegamos ya pasada la medianoche a nuestro hotel y cansados nos dimos una buena ducha de agua caliente antes de irnos a dormir tras una campaña corta pero intensa y agotadora.
Hoy aprovechamos el día para comer y cenar en restaurantes locales acompañados de los amigos y compañeros con los que hemos compartido tantos momentos antárticos, y que han vuelto con nosotros. Siempre hay una nueva anécdota que contar (aunque es igual de apetecible el escuchar una ya tantas veces escuchada), y planes que hacer. Y es que muchos nada más llegar ya planean la próxima campaña. Nosotros no somos menos, y ya nos planteamos los problemas y posibilidades que tenemos para evitar perder los datos que se tomaran este año y volver, de nuevo, al más extraordinario de los lugares.