Mar de Brandsfield, Antártida, 4 de Febrero de 2012
Recién salidos de Caleta Cierva, con el trabajo acabado antes de lo previsto por parte de todos los grupos de investigación, nos embarcamos a lo desconocido. En dirección al sur, pero sin conocer con que destino, cruzamos un paso obligado: el canal de Lemaire. Este estrecho paso que es bien conocido por las abruptas paredes que lo flanquean, es el paso de muchos barcos turísticos en esta época estival. Después de que científicos y tripulación disfrutáramos de este espectáculo de la naturaleza, nos preparamos para una noche de trayecto hasta la base ucraniana Vernadsky.
Cruzando el canal de Lemaire en el BIO Las Palmas
Enormes placas de hielo e icebergs nos sorprendieron a la mañana siguiente flotando en todo el horizonte. Una gran nevada acompañaba la estampa, mientras nos comunicaban desde la base ucraniana que éramos el barco que más al sur había llegado este año. ¡Llevaban 9 meses sin recibir visitantes en sus costas! Bueno, y les quedará algún tiempo más, ya que las condiciones climáticas y el número y volumen de hielos no hacia seguro el desembarco para nosotros. Dadas estas condiciones climáticas cambiamos el rumbo de vuelta al norte, esta vez a la base americana Palmer. Después de comer, llegamos con la mala noticia de que tan solo podían recibir a una embarcación. Desde puente se nos comunica que si algún científico no le importara no ir, más miembros de la tripulación podrían visitarla. Un miembro por proyecto se quedaría en el barco, aunque en este caso harían una interesante visita a la pingüinera y el frente del glaciar cercano a la base. Miguel Ángel, que ya había visitado las instalaciones un año atrás cedió su sitio, así como los dos investigadores de sísmica, descendiendo así el equipo de ecólogos al completo y Antonio.
La base Palmer, la menor de las tres instalaciones de EEUU en la Antártida
Una vez desembarcados, los americanos les recibieron para ofrecer un tour bilingüe por las instalaciones. Aunque es cierto que no se trata de una base de grandes dimensiones, la calidad de las instalaciones salta a la vista, desde el equipamiento científico a las condiciones de habitabilidad. La guía bromea con ofrecernos un baño en el SPA. Pasamos por un gran salón coronado por una amplia chimenea y que daba a un balcón donde preparaban una barbacoa al más puro estilo americano. Acabamos la visita, como no podía ser de otra manera, en la tienda de souvenirs.
McPalmer, todo un topicazo ante nuestros ojos
Esa misma tarde pasamos por otro destacado paso, el canal de Neumayer. Aprovechando que el alto tránsito de este estrecho nos obligó a parar por unos minutos mientras otro barco sorteaba los hielos de la salida del canal, la dotación se hizo la foto de campaña en ese paisaje sin par.
La dotación del BIO Las Palmas al competo, con la incorporación del equipo científico que viajábamos en el corto trayecto al Sur de esta campaña
Un poco más tarde los colores del atardecer tiñeron los normalmente pálidos hielos y llenaron el mar de matices rojos, morados y violetas. Un extra de belleza, para un lugar que es ya de por si un regalo para los sentidos. En estos trayectos el avistamiento de pingüinos, focas leopardo y elefantes marinos subidos a los icebergs; priones, gaviotas antárticas y petreles jugando con las corrientes alrededor del barco por el aire, así como de ballenas jugando; es algo habitual. Sin embargo no deja de asombrarnos y nos mantiene horas en cubierta, admirando y haciendo fotos hasta que la parcial congelación de las extremidades nos obliga a meternos en el puente de mando del BIO Las Palmas.
Los colores invaden las nieves del canal de Neumeyer al atardecer
Esta mañana, bien temprano, el equipo de Benayas convenció al comandante para hacer una parada en isla Cuverville, frente a la Isla de Rongè. Las pingüineras de la zona son frecuentemente visitadas por cruceros y veleros turísticos. De hecho algunos de ellos se encontraban varados en las inmediaciones. Tras la rápida parada, que Antonio aprovecha para tomar alguna muestra geológica y ayudar a sus colegas en sus muestreos, volvimos al barco con un último destino: Port Lockroy. Este antiguo asentamiento ballenero, fue usado como base científica británica hace varias décadas hasta que el British Antarctic Survey (BAS) decidió clausurarlo. Sin embargo, una asociación se encargó de su restauración y actualmente es un museo que visitan miles de personas al año. En él permanecen mobiliario y enseres de la época, con explicaciones sobre las difíciles condiciones de vida en que se encontraban sus moradores. En la tienda del museo Miguel Ángel y Antonio se pudieron hacer con algunos mapas del BAS (un tesoro en forma de mapa difícil de conseguir en cualquier sitio) que sin duda les serán muy útiles para futuras expediciones.
Port Lockroy, una antigua base antártica hecha museo
Ahora, en el mar de Brandsfield, la mar empieza a zarandear el barco de un sitio a otro. Parece que tendremos una noche movidita. Por la mañana desembarcaremos con todo el material en nuestro último destino antártico, la Isla Decepción. Para esta fase final de campaña contamos con poco menos de dos semanas, pero en la Antártida los planes pueden variar mucho…